EL CORZO Y SU SANTA MADRE

Página dedicada al corzo, su vida y avatares. También a narrar las satisfacciones que nos reporta a los que disfrutamos con la gestión de sus poblaciones, contemplando sus espantadas por el monte, o intentando darle caza de vez en cuando.

26 de abril de 2011

LOS CORZOS SALMANTINOS

     En el año 2003 una feliz circunstancia hizo que, a partir de ese año y hasta el presente, aunque no todos los años, hayamos ido a cazar corzos al Suroeste de Salamanca, más concretamente en el entorno de Ciudad Rodrigo. Allí hemos encontrado nuevos amigos y descubierto una zona muy abundante en corzos, que puede llegar a deparar sorpresas tan especiales como el encuentro, tras cualquier mata, de un corzo negro.
     La cosa comenzó inesperadamente, lo que es una buena forma de comenzar, pues la sorpresa que te supone encontrar corzos sin haberlos buscado, si bien no es tan satisfactoria como cuando buscas, rebuscas y finalmente encuentras, se ve compensada por llegar a un sitio del todo nuevo y al que no te esperabas acudir.
     Así, en el mes de marzo de ese año recibí una llamada de Antonio Núñez que, habiendo aprobado la oposición de celador de medio ambiente, había sido destinado el año anterior a la Reserva Regional de Las Batuecas, en Salamanca. Su cuartel de caza era Monsagro y allí había conocido y trabado amistad con un joven de ese pueblo, excepcional aficionado a la caza, especialmente del jabalí, de nombre Iñaqui.
     Iñaqui, que, con su mujer Mari Jose, regenta un pequeño hotel rural en esa localidad, le habló a Antonio de la posibilidad de vender un par de corzos de un pueblo vecino, preguntándole si conocía alguien que pudiera estar interesado.
      Antonio se acordó de mí y me llamó. Ahí empezó nuestra etapa salmantina. Digo nuestra etapa pues, desde el primer momento ya conté con Ambrosio para hacer el viaje juntos, aunque en ese primer año, como casi siempre, el acabó pronto y yo estuve yendo varias veces hasta que tuve la suerte de abatir mi primer corzo en esa zona.
     Aparecimos por Monsagro a mediados de abril, alojándonos en casa de Iñaqui. Desde allí salíamos a cazar a Guadapero, anejo de Serradilla del Arroyo, en donde teníamos los dos permisos. La distancia no era mucha. El terreno era parecido al de los Montes de Toledo, con sierras alineadas de Este a Oeste, repobladas con pinos excepto en las zonas de pedrizas, tan abundantes como en nuestra tierra. Las zonas no repobladas estaban pobladas por encinas en forma de monte bajo en las solanas y abundante matorral de brezo en las unbrías y entre las repoblaciones más jóvenes.
Ambrosio y su primer corzo de Salamanca, conmigo.
     La primera mañana ya cazó Ambrosio su corzo, cuya foto es la primera que aparece en este relato. Un corzo bonito. Yo después estuve yendo varias veces hasta que cacé mi corzo,  lo que hice el 18 de julio, pero del que no conservo foto pues lo cobró Iñaqui a los dos o tres días.
     Los hechos ocurrieron de la siguiente manera:
 Después de varios viajes a Monsagro no conseguía tener un corzo representativo a tiro, a pesar de que cada vez me conformaba con menos, como suelo ocurrir en estos casos. Ese día ya volvíamos a casa de la salida matinal cuando vimos dos corzos en unas terrazas a media ladera en uno de los cerros. Echamos los prismáticos y vemos que es un corzo muy aceptable, máxime a esas alturas de la temporada, que ya casi me anunciaba que tendría que volver para el otoño.
     El caso es que nos pareció aceptable y hacia él nos dirigimos, tras dejar el coche en un bajo, llegando a unos doscientos metros de la pareja. No podíamos avanzar más y para más complicación los corzos se espantaron subiendo más por la ladera. Les silbamos y se pararon a no menos de trescientos metros, según Iñaqui, que llevaba mi telémetro, pues yo bastante hacía con intentar no perderlos por el visor, apoyando el rifle en el trípode. Al pararse cruzados Iñaqui me animó a tirar y allí fue la bala, sintiendo claramente el golpe en la carne, pues la distancia a la que estaban permitía oirlo tras el estampido.
     Enganchado estaba, aunque no sabíamos donde y para que nos reafirmáramos en ello, el corzo comenzó a descender cortando las terrazas, parándose a unos doscientos metros, mientras que la corza había seguido huyendo hacia arriba. Se paró el corzo en una terraza, pero no le veíamos desde abajo, por lo que, en contra de lo que indican las más elementales normas cinegéticas cuando se deja herido a un animal, en lugar de esperar fumando un cigarro, pues entonces yo aún fumaba, pensamos que lo mejor sería ir a buscar al corzo, pensando en que su herida sería mayor de lo que luego resultaría.
     El segundo error fue que Iñaqui subió y yo me quedé esperando, para poder dirigirle hacia el sitio en donde le vimos la última vez. Y todavía quedaba un tercer error, más craso aún. Iñaqui se fue sin arma, pensando en que si se movía yo le vería y podría dispararle, pues seguro que correría hacia abajo, como así ocurrió.
     El corzo dejó llegar a Iñaqui hasta menos de cinco metros. Temblaba y seguro que si le hubiésemos dejado echarse, le hubiéramos cobrado, pero... El caso es que no pudo echarle mano, corrió hacia abajo y yo no le vi. Luego comprobamos que el matorrral y los pinos eran más altos de lo que pensábamos en en el sopié del cerro, por donde, lógicamnte, huyó.
     Fuimos a Monsagro a por Charly, el perro de rastro de Iñaqui y volvimos a la zona. Charly cogió el rastro y salió una terraza hacia delante, a no más de cincuenta metros de donde yo había estado puesto esperando su bajada y continuó por ella hasta llegar a una de las alambreras que delimitaban las propiedades, a unos quinientos metros de donde estábamos. Viendo que el rastro se alejaba y que no estaba claro que lo pudiésemos cobrar, pues habían encontrado una cama con bastante sangre, lo que indicaba que estaba bien tocado, decidimos, ahora si, dejar la búsqueda hasta que el animal se enfriase.
     Como yo me tenía que volver, pues creo que tenía guardia de incendios al día siguiente, Iñaqui se quedó encargado de intentar el cobro. Pasaron dos o tres días y finalmente, Iñaqui me llamó comunicándome que había encontrado el corzo, por el olor y los buitres y sólo a unos veinte o trienta metros de donde dejaron el rastro en la alambrera. Estaba metido contra un brezo y según olía debía de llevar muerto casi desde el día del disparo, aunque en pleno mes de julio poco tiempo necesita la carne para corromperse. En fin, nos quedamos sin carne por no seguir las reglas y el pobre Iñaqui tuvo que cortarle la cabeza casi con mascarilla.
Ambrosio con Iñaqui y su  corzo 
     Al año siguiente volvimos a Guadapero y de nuevo Ambrosio cazó el primero, un buen corzo para la zona, al que yo no quise tirar la tarde anterior, por no cazar el primer día y acabar tan pronto la temporada. A los dos días cacé yo mi corzo, pequeño aunque con seis puntas, que me proporcionó un bonito lance y al que tiré por ese motivo, reconociendo que me pareció mayor de lo que realmente fue luego, pero eso ocurre a menudo con los corzos, especialmente si los ves de frente o por detrás. Localicé por sus ladridos a dos corzos que se perseguían por el borde de un pinar,como si estuvieran en celo, a pesar de ser el día 18 de abril. Al final pude fijar al mayor y le disparé, muy lejos, al borde del pinar en el que se iba a meter.
Con Iñaqui y Ambrosio y mi primer corzo de 2004
    Tuve suerte ese año pues al final acabé cazando un corzo de Ambrosio, a finales del mes de julio, pues se había quedado con dos precintos más y sólo pudo cazar uno. Yo me lo encontré, pues antes que perderlo me invitó a ir con él y el primero que cazase ponía el precinto. Cacé un corzo, también pequeño, del que tampoco conservo foto, no se el porqué.
     Pero quien si pudo rizar el rizo fue Ambrosio, pues tuvo la suerte de ver un corzo negro, bien es verdad que lejos, según Iñaqui, que iba con él  y aunque le disparó, por más que buscamos luego, no encontramos rastro alguno. No era grande, como no lo es ningún corzo melánico, pero hubiese sido un exito total. Después no hemos vuelto a ver ninguno más en nuestras excursiones por la zona.
     Volvimos a Monsagro en 2005. Esa vez no conseguimos los precintos de Guadapero, pero Iñaqui disponía de uno de su coto de Porteros y allí fuimos. Tuve mucha suerte y el corzo fue para mí. El 16 de julio Iñaqui me dejó puesto al lado de unos huertos y él se fue con Ambrosio a recechar por otra zona del coto. 
Iñaqui y Ambrosio con mi corzo de Porteros.
     Después de esperar bastante y de que me entrara un furtivo, pues eso era una persona que me cruzó a unos 100 metros con la escopeta en la mano, sin cortase para nada, oí ladrar un corzo en la ladera que tenía a mi espalda, en donde había un cercado con una repoblación de pinos. Me volví y vi un corzo que entraba por debajo de la alambrera a la repoblación, parándose entre las terrazas. A pesar de la distancia, habiéndo ya terminado la mañana, decidí dispararle y volví a oir el flop de la bala al alcanzar el cuerpo del animal. Cuando subí a buscarle ya estaba muerto. 
     En 2006, de nuevo sin precintos de Guadapero, que ya no hemos vuelto a tener, Iñaqui consiguió tres de El Cabaco, ya más alejado de su casa y en el que no conseguimos abatir ningún corzo, a pesar de haber ido en dos o tres ocasiones. También intentamos el corzo de Porteros y Juan Carlos, que se vino con nosotros un fin de semana, llegó a disparar a uno, pero en malas condiciones y no se hizo con él. 
     Al año siguiente fuimos a Robleda, también en la zona de Ciudad Rodrigo, por un contacto de Ambrosio. Sólo estuvimos un fin de semana, viniéndose con nosotros Jose. Tampoco vimos nada ninguno de los tres y yo no volví. Ambrosio aún fue un par de veces, pero volvió "bolo" también. 
     Hemos seguido manteniendo la conexión con Iñaqui, que ha venido un par de veces a cazar con nosotros a Piedrescrita y hemos vuelto en 2009 a cazar con él. esta vez Ambrosio se había quedado en subasta con el coto Cabezagorda, en Serradilla del Arroyo que, además de tres monterías, disponía de cinco precintos de corzo. Pero claro, una cosa son los precintos y otra los corzos y apesar de que en el mes de febrero anterior, en el que fuimosa conocer el coto, vimos varios corzos y corzas, lo que nos hacía prever que no sería muy diufícil su caza, a la hora de la verdad, la cosa estuvo tan cruda que en un fin de semana, con cuatro personas recechando, Jose, Ambrosio, Juan Carlos y yo, no conseguimos ni un sólo corzo. Esto decidió a Ambrosio a dejar el coto, cosa que hizo antes de acabar la temporada del corzo. 
Iñaqui con el corzo de Cabezagorda
     Yo tuve mucha suerte, pues ya había cazado mi corzo al comienzo de la temporada, el 14 de abril, con un tiro lejano y con mucha suerte, pues le di en el cuello. 
     En este coto tenía Iñaqui localizado un corzo negro, en la zona en la que yo cacé el corzo, llamada Los Valles, pero no fuimos capaces de dar con él.
     No hemos vuelto por Monsagro el pasado año y este supongo que tampoco, pues Iñaqui no ha conseguido precintos con garantías. Habrá que esperar a que se produzca la sorpresa, como ocurrió con la primera vez en la que fuimos para allá.

18 de abril de 2011

¡YA TENEMOS EL CORZO ANUAL!

     Para ser más exacto, ya tenemos apalabrado el precinto para el corzo anual, que no el corzo. Así es, después de muchas idas y venidas, llamadas, parlamentos y pequeñas frustraciones, parece ser que, por fin, tendremos corzo. Y digo tendremos porque he apalabrado dos, todos los que vendían, uno para mí y el otro para Ambrosio, al que ya para comentárselo y me dijo estar de acuerdo.
     Ya he comentado en un relato anterior la búsqueda de este año, tanto por Josito como por mí, por Internet o a través de terceras personas. Pues bien, al final, sin esperarlo ya, uno de los muchos contactos se ha hecho realidad. 
     A mediodía me llaman por teléfono. Es David, el Secretario del Asocio, al que llamé hace un mes, más o menos, preguntándole por los corzos de la Sierra de Ávila, pues me habían dicho que ya les autorizaban la caza de un par de ellos, o tres, en esta temporada. Me confirmó esa noticia, pero, además, me dijo que ya habían tenido un precinto el año pasado, pero que no lo habían vendido ni, por tanto, cazado. 
     No era mala noticia, hasta que llegamos al precio, que yo pensé que era uno y resultó ser unos trescientos euros más caro de lo que yo esperaba, incluyendo el IVA. Ante ese precio, un 40% más caro de lo esperado, sólo pude decirle que no me interesaba tan caro. No necesitaba consultar con Ambrosio, aunque después si se lo dije, pues el precio era mayor que el que pagamos en Soria el año pasado y aunque para mí, la cercanía del coto compensaba el mayor precio, para él, aunque venir hasta Ávila le lleve menos tiempo, realmente le compensa poco. Así se quedó.
      Seguimos buscando corzos en Las Navas del Marqués, como ya comenté, en donde Josito se quedó con uno, en Segovia en tres cotos distintos, del que aún espero la respuesta de uno de ellos. Espero que esa respuesta sea positiva, a pesar de ya tener un corzo, pues me interesa entrar ahí, para tenerlo asegurado en próximos años, a un precio aceptable, similar al de la Sierra de Ávila, en donde, por el contrario, no puedo afirmar que otro año pueda tenerlo.
     Tito, del que hablaré otro día, también nos estuvo localizando algún corzo en Zamora, pero no cuajó y nos advirtió a tiempo de un coto de Toledo que salía a subasta y al que pensábamos concursar.     Hemos llegado a ir hasta Navafría, en donde subarrendaban una parte del coto con cuatro precintos de corzo, por una cantidad desorbitada. Aún así fuimos, pues Josito quería conocer al que vendía para intentar entrar de socio con él. Pero no se presentó, sino que mandó un representante y no podía haber trato respecto del trozo de coto que vendía, por la cantidad que pedía pues, a pesar de que justificaba el precio en la posibilidad de dar hasta tres monterías o seis ganchos, un simple paseo en coche por las pistas del monte nos permitió ver que este pinar ordenado desde hace más de un siglo, precisamente por esa modélica ordenación, alberga pocos sitios de encame para los jabalíes, por lo que esas batidas se podrían dar entre amigos, pero no comercialmente, para que ayudasen algo a bajar el precio de los corzos. Sin esa ayuda, los corzos costaban más de tres mil euros por cabeza. No hubo trato.
    Afortunadamente no hubo trato, pues aunque yo ya dije que no entraba en ese precio si que les aseguré a mis compañeros que corzos había muchos. Les hubiera engañado. El pasado lunes me reuní en Segovia con mis compañeros de la Comisión de Homologación de Trofeos de Castilla y León, de la que soy vocal y comenté el asunto con mi amigo Pedro Ramos, vocal por Segovia y que tuvo Navafría durante muchos años, pero ya hace bastantes también. Me contestó que había hecho bien pues había bajado mucho la población de corzos en la sierra, a la vez que había ido aumentando en el pie de monte y en la llanura segoviana.
     Yo había conocido esa zona hacía ya más de diez años y como no había vuelto más pues pensaba que seguía igual. Menos mal que nos pidieron mucho dinero y no entraron ellos, si no, se hubiesen estado acordando de mi toda la temporada.
     Después hemos estado en contacto con la Comunidad de la Ciudad y Tierra de Segovia, que posee varios cotos en la sierra de Segovia y el mayor de ellos en Peguerinos, Avila. Estamos pensando si asistir a un concurso de un pequeño coto, a caballo entre Valsaín y El Espinar, pero tras las noticias de Pedro Ramos, no sabemos que hacer. En cualquier caso es caro y esperaremos a ver que pasa.    
     Seguramente me dejo algunos contactos más buscando corzos, pero estábamos con David. Como hablo con él habitualmente, pensé que se trataba de algún asunto de trabajo. Pero, que va, eran los corzos. Me preguntó si seguía interesado en un corzo en la Sierra de Ávila. Le contesté que al precio que me pidió no y me respondió que al precio tasado en el pliego de condiciones más el IVA, a lo que, sin pensarlo le dije que no uno, sino los tres, contando con Josito, sin haber contado con él previamente, pero me respondió que tenían dos y una corza, por lo que le apalabré los dos.
     Hemos quedado después de Semana Santa para los precintos, el papeleo y el pago de los mismos. Espero que no haya ninguna pega hasta ese día. Ya lo veremos.
     La  verdad es que estoy ilusionado, como sólo lo puede estar un corcero, con la posibilidad de poder cazar mi primer corzo en Ávila, tras más de veinte años aquí y con todos los avatares que hemos pasado hasta ver que ya empieza a ser un animal habitual por estas sierras. Digo hemos pasado, pues en esa aventura tuve a mi lado a buenos compañeros de viaje, agentes, celadores y técnicos de Medio Ambiente en Ávila y amigos en otras provincias.
     Aunque posiblemente la zona de caza se haya poblado por la expansión natural que el corzo viene experimentando desde hace unos quince años por el Valle Amblés, desde Segovia y Peguerinos, también creo que las repoblaciones que hicimos en el Valle de Iruelas y sobretodo, en el Puerto del Pico, han contribuido a que el corzo llegue aquí. Esta circunstancia tiene para mí un morbo especial, pues digamos que, si consigo cazar uno, cierro el círculo, algo que no conseguí en el Valle de Iruelas, en donde pagué un precinto hace años y me quedé con él, pues no conseguí disparar sobre corzo alguno. Cierro el círculo desde la repoblación de unas sierras vírgenes de caza mayor, excepto algún jabalí que, con los años y esfuerzos de mucha gente implicada en el proyecto, pasan a albergar poblaciones de corzo, terminando la historia con la consecución de un trofeo, fin último, que no exclusivo, de aquéllas repoblaciones. A ese morbo habría que añadir la satisfacción íntima de conseguir el primer corzo del coto.
     La zona la conozco, pero dudo que alguien sepa que densidad de corzos hay, aunque nunca se haya cazado. Tampoco sabemos como serán, por lo que habrá que echarle algunas madrugadas y trasnochones para ir localizando los animales y decidir, sin prisa, que animal tirar, si fuese posible hacerlo y acordarnos, con toda seguridad, del título que le puse a este blog que recoge mis vivencias corceras.
     A esperar el desarrollo de los acontecimientos. Espero poder contar aquí la caza de mi primer corzo en Ávila.

10 de abril de 2011

MI PENÚLTIMO FALLO

     Esta entrada no tendrá fotos, a no ser que sean de paisajes o amigos, pues lo que se dice de trofeos, no encontraremos ninguna. Así será porque lo que hoy relataré son mis fallos, en una relación que no pretende ser exhaustiva, pero que me ayudará a recordar aquellos lances que mi memoria, tan selectiva con los malos recuerdos, habrá pretendido olvidar y quizá ya haya olvidado.
     Mi último fallo aún lo recuerdo. Fue el pasado verano. Volví a Soria tras más de veinte años buscando un buen corzo, como los que allí existen. Conseguí dos permisos en Las Aldehuelas, uno para mí y el otro para Ambrosio. la zona de caza está tras pasar el Puerto de Oncala, en un valle que se abre hacia el Noroeste, flanqueado por decenas de aerogeneradores, en las cuerdas de las dos cordilleras que le delimitan.
     El coto, de unas 5.000 Hectáreas, según me dijeron, está en plenas tierras altas de Soria, con grandes extensiones de praderas en las que pastaban miles de ovejas y algunos corzos. Repartidos por el valle se van repartiendo pequeños bosquetes de rebollos, acebos y pinos silvestres, bien monoespecíficos, bien mezclados. Es una zona muy bonita, pues permite ver muy lejos, al ser tan abierta, aunque luego pueda ser difícil llegar a distancia de tiro de los animales.
     En fin, que llegamos un día de finales de julio del pasado año a Garray y tras recoger los precintos y conocer a Juanma, vecino de Las Aldehuelas, perrero y representante del coto, que nos enseñaría sus lindes, partimos hacia el mismo. Hacía mucho viento y no vimos nada. Al día siguiente por la mañana tampoco vimos nada y por la tarde vino a acompañarnos, además de Juanma, Tomás, la persona que nos había vendido los precintos. 
    Yo me fui con Tomás y Ambrosio con Juanma. Alcanzamos con su coche el final del coto, en donde, según me dijo, había visto un buen corzo días antes. Aparcamos en la base de uno de los molinos y sacamos el telescopio, que él llevaba, comenzando a registrar la ladera de enfrente, hacia abajo y todo lo que alcanzaba nuestra vista. Con los prismáticos descubrí un animal, bastante lejos, que andaba triscando entre un bosquete claro de pinos jóvenes. Al echarle el telescopio comprobé que era muy bueno. Se lo marqué a Tomás y me dijo que era el que ya conocía. 
     Salimos rápidamente a su encuentro. Primero fuimos con el coche hasta su altura, aunque por encima de él y después iniciamos el rececho hacia donde suponíamos que iría en su deambular. Al rato de andar y no verle, pudimos localizarle delante nuestro a unos ciento cincuenta metros, entre los pinos. El aire nos daba en la cara por lo que ya sólo nos quedaba esperar a que se pusiera a tiro.
     Yo no me suelo poner nervioso y ahora tampoco lo estaba pero, es cierto, que es una de las veces en las que más tiempo he estado observando a un corzo, esperando a dispararle, con el agravante de que, cada vez, se nos aproximaba más. Le tuve apuntado a unos cien metros, pero como el corzo parecía tranquilo y venía hacia nosotros, decidí esperar. El aire venía firme pero, por alguna razón, el corzo nos barruntó y despistado primero, vino hacia nosotros y luego, ya claramente buscándonos y ladrando, comenzó a rodearnos y a a unos cincuenta metros, al asomar andando detrás de un pino, decidí tirarle. Yo creo que le vi tan muerto, que lo fallé limpiamente. 
     Tomás no daba crédito a lo que había pasado y yo, mejor ni contarlo. Era el mejor corzo al que había disparado nunca. Tomás me dijo que, al menos, tendría 140 puntos. ¡Que se le va a hacer!. Como penitencia me tocó volver a Soria dos veces más, yo solo y al final, irme bolo. 
     Fue un 26 de julio vde 2010. Pues bien, si este ha sido el último fallo, ahora intentaré recordar el primero. Al primer corzo que disparé le di. Fue el que cacé en Sevilleja y que ya relaté. El segundo también cayó, fue el de Soria de 1987. Pero, a partir de ahí comenzarían los fallos. 
      Al tercer corzo lo tiré en Inglaterra, fallándolo. No parecía malo. Luego cacé dos pequeños. Ese mismo año, 1991, fallé otro buen corzo en Burbia, en los Ancares Leoneses. Durante tres años estuve de socio en Arroyos, en Los Yébenes. Allí fallé otro par de corzos, bien es verdad que no eran grandes, porque al mayor que vi, ese sí bueno, no pude dispararle. En los Ancares fallé otro corzo en 1997, aunque, en honor a la verdad, estaba demasiado lejos. 
     En Segovia he fallado otro par de corzos, por los imponderables de la caza. El primero por tener puesto el seguro y no quitarle. Al dar el cerrojazo, el corzo salió de estampida y le largué una bala que no tuvo otra consecuencia que retumbar por aquellos barrancos. Tres años después, en 1998, fallé otro corzo, este si, bueno, sin saber el porqué, pues estaba tranquilo, cruzado y muy cerca. Días después, al limpiar el rifle, pude ver que se había roto la fijación del visor, aunque no se había desprendido ni se notaba, pero se movía al disparo.
     Después he fallado corzos en El Emperador, Vallesú y Guadapero, cuando iniciamos nuestra etapa salmantina, que ya relataré y finalmente en Soria, como he contado. Es posible que me haya dejado alguno que ahora no recuerdo, pero, en cualquier caso, los que he relatado suponen el treinta por ciento de los corzos a los que he disparado, que no es poco, cuando casi siempre estamos disparando a parado, aunque, a veces, demasiado lejos.
     Espero poder seguir fallando corzos muchos años todavía.

3 de abril de 2011

MIS COMPAÑEROS DE FATIGAS 2. JOSITO

     Continuo hoy con la presentación de otro de mis compañeros de fatigas, en pos de nuestro querido fantasma. Llega Josito.
     José López, Josito para algunos, aunque no para mí, que siempre le llamo Jose, pero al que, en estos relatos, he optado por citarle con el apelativo por el que le llamaban sus compañeros de caza, de Piedralaves y Casavieja, cuando yo le conocí. 
    Así le distingo de mi amigo José Lara, también compañero tras los corzos y al que siempre llamé Jose y ahora aun sigo haciéndolo. Así pues, como llegó mucho antes a mi vida que a mi posterior vida corcera, en la que conocí a Josito, siempre que hable de él le diré sólo Jose, mientras que mi amigo al que dedico este relato será siempre Josito.
     Pues bien, conocí a Josito a finales de los noventa, aunque no puedo precisar en que año, pero supongo que hacia 1998, o por ahí, pues, ya en 2000, cazábamos juntos en un coto de caza menor de Toledo al que él me llevó, Los Chorrancos, en Pelahustán. Nunca lo hemos hablado, pero yo creo que ya nos habíamos visto varias veces en esa década en algunas de las monterías sociales que daba la Real Asociación de Cazadores y Pescadores de Madrid, de la que ambos éramos socios, en fincas de los Montes de Toledo.
      Desde el año 1996, tras la creación del Coto Regional de Orzaduero y Colmenar, en Ávila, la Real accedió a algunas batidas de las sorteadas y ahí Josito se hizo asiduo y comenzamos a tratarnos. 
En 2002 con un corzo en Vallesú
    Tras Los Chorrancos pasé con él, junto con un grupo de cazadores del Tiétar, compañeros suyos, a Vallesú, en Robledo del Mazo, que es cuando ya iniciamos nuestro recorrido corcero juntos.
    Estuvimos tres temporadas en Vallesú y en el año 1995 formamos el Club Cinegético de Gredos, junto con parte de los socios de Vallesú y alguno más, como Ambrosio. Con este club concursamos al coto El Pinar, también de Robledo del Mazo, teniendo la suerte, o eso creíamos entonces, de que nos fuera adjudicado. 
    En El Pinar hemos convivido durante cinco años, contándonos nuestros lances, unas veces afortunados y otras descorazonadores, como el día en el que Josito, tras dos o tres años de localizar un gran venado en una zona áspera e intransitable, como sólo pueden serlo las solanas de los Montes de Toledo, le falló a corta distancia y parado en medio de una pedriza. Su frustración no soy capaz de reflejarla por escrito. Era un día de berrea de los que se dicen "de perros", por las condiciones de lluvia y frío que pasamos.
En 2004 de berrea en el Valle de Iruelas
     Continuamos con los corzos, que es el hilo argumental de este diario cinegético y en esa caza Josito es un experto. Como se cuida mucho y hace deporte, es capaz de subir, bajar, volver a subir, o desandar el camino, tantas veces como sea necesario y se pasa horas y horas en el monte buscando los rastros y a los corzos.
     Como su oficio principal, que no el único, le deja libre casi toda la temporada de primavera del corzo, su proceder para su caza se basa en ir todas las semanas al monte, por lo menos un día, para ir controlando los corzos, sus querencias y sus trofeos.
     Josito es selectivo, muy selectivo. De los cazadores que he conocido es sin duda el que más, tanto con los corzos como con los venados. Siempre terminaba cazando los mejores venados, o de los mejores, al final de la berrea, tras haber visto muchos y no haber disparado hasta encontrar uno digno de su disparo.
     Con los corzos era aún más exigente, si cabe, pues se pasaba la temporada viendo corzos y hasta finales de junio o primeros de julio no cazaba su corzo anual, que era el cupo que teníamos en El Pinar. Así pasaba. Quitando dos corzos excepcionales para la zona, cazados por otro de los socios, seguramente por casualidad o, lo que es peor, por un procedimiento de caza no demasiado legal, sus corzos siempre fueron los mayores.
En la Solana de El Pinar, arreglando una fuente
      A los amigos siempre nos ha dicho donde podíamos encontrar un corzo de los vistos por él, pero que para él no eran suficientemente buenos. Te decía en donde había un corzo completo, pero fino, o con luchaderas cortas, o demasiado junto o con cualquier otro defecto para él, por lo que no pensaba ir a cazarlo. Otra cosa era que fuésemos y les viésemos nosotros, pero, por lo menos, te lo había dicho.
    Tras El Pinar el ha continuado un año más con el Club, pues yo lo dejé al no poder soportar económicamente el precio de un nuevo coto al que licitamos, esta vez en Los Navalucillos y que también conseguimos que nos adjudicaran. Ha sido esta temporada pasada en la que no hemos tenido un coto juntos, pues si hemos cazado algún día. Estuve con él en Los Navalucillos un día de la berrea pasada, en donde cacé un venado y en su coto de Pelahustán varias veces, esperando a los jabalíes, aunque sin éxito todavía.
En Los Navalucillos con mi venado. Berrea 2010
     Acaba de abandonar el Club él también, pues parece ser que, aunque tiene muchos venados y ciervas, o quizá por eso, el nuevo coto lo que tiene son pocos corzos y los pocos que hay son pequeños, pues no les dan respiro y no crecen en edad y por lo tanto, en trofeo.
Por ello, no disparó en la pasada temporada sobre ninguno y no quiere volver a repetir la experiencia, máxime cuando el coste del coto es disparatado.
     Menos mal que en el coto de su pueblo, Piedralaves, se caza ya el corzo, que proviene de las repoblaciones realizadas a principio de los noventa en el Valle de Iruelas, que ya relaté en pasadas entradas de este diario y tuvo la suerte de que le tocara uno de los que tienen en el Plan Técnico, cazando un corzo bonito, que seguramente no será ya medalla, por la subida de las puntuaciones mínimas, pero que para él tiene que tener un sabor especial, pues es el primero que se ha cazado, legalmente al menos, en su pueblo, siendo él su cazador.
    Esta temporada, que acaba de comenzar el día 1 de abril, Josito no las tenía todas consigo a la hora de poder cazar un corzo, al no disponer ya un coto que los tenga y sin poder acceder a los de su pueblo, pues ha de esperar bastantes años hasta que le vuelva a llegar el turno, por lo que se ha dedicado a buscar corzos por Internet y ya consiguió uno, el de Las Navas del Marqués, que ya relaté y que aún no hemos ido a cazar.
     Seguimos buscando cotos por Segovia y estamos ala espera de un para de ellos, para ir a verlos y decidir luego si interesa el precio que piden. Ya veremos que nos ofrecen.
     En fin, concluyendo esta entrada, espero seguir cazando mucho tiempo con Josito, pues es de esas personas de las que encuentras pocas en la caza, nada ambicioso en cuanto al número de piezas o al cazador que las consiga, siempre que éste sea su amigo.     

27 de marzo de 2011

MI PRIMER TROFEO

      Ya conté en un relato anterior cuando cacé mi primer corzo. Tras ese día de 1984, que nunca se me olvidará, ni en sus detalles más nimios, aunque hubo algún intento de cazar un corzo, lo cierto es que tuve que conformarme con seguirlos por los Montes de Toledo para intentar hacerles alguna foto o, simplemente verlos, lo que conseguí ya bastantes veces en Montes de Mora a lo largo de esos años.
     Recuerdo especialmente un corzo que si le íbamos a buscar, siempre veíamos. Digo veíamos, pues era preciso moverle para verle y por ello, teníamos que ir dos. Se encamaba en la cabecera del Barranco de Gil-García y la forma más fácil de llegar hasta sus inmediaciones era dando la vuelta con el coche por la raya de El Manojar y al llegar a la linde de El Gavilán, dejando el coche, bajar andando hasta el tiradero de Gil-García. 
      Allí se quedaba el que quería ver el corzo y el otro se metía por el monte hasta alcanzar unas grandes madroñeras llenas de encames, tanto de ciervas como de este corzo, desde donde se levantaba ladrando, con un ronquido grave que seguía lanzando a los cuatro vientos hasta que se perdía hacia el Cerro Pérez. Se le veía ya mayor y su trofeo no era bueno, aunque si era completo, pues tenía sus seis puntas.
      El que ojeaba a veces tenía suerte y le veía, pero el que si le veía bien, era el que se quedaba apostado en el tiradero. Solíamos subir Ambrosio y yo, o yo con algún otro. Recuerdo, como si fuera hoy, que fue lo último que hice, a finales de septiembre de 1986, antes de volver a Madrid para examinarme del examen con el que terminaría  mi oposición. Quería llevarme un buen recuerdo para los días que me esperaban.
     Pues aprobé y me tocó viajar a Castilla y León y aunque vine a una provincia en la que el corzo, por aquel entonces, sólo estaba presente en la zona de Peguerinos, mis amigos tuvieron mejor suerte, corcera se entiende y fueron a provincias con gran tradición de corzos, especialmente Jose, Lara, que fue a Soria.
     Habíamos enviado ese año nuestra solicitud, como en los años anteriores, a los sorteos de las reservas y cotos sociales de caza. Tuve suerte y me tocó ir a Alcarama, Coto Social de Caza de la provincia de Soria, que años más tarde se integraría en la actual Reserva Regional de Caza de Urbión. Los sorteos eran entonces por cotos por lo que, cuando me llegó una carta de Soria supe, antes de abrirla, que era un corzo en Alcarama lo que me había tocado, pues sólo echaba a corzos.
     Y llegué a Soria el 27 de junio de 1987, en plenos Sanjuanes, por lo que, aunque intentamos dormir algo, al tener Jose su casa muy céntrica, fue imposible. 
Tras el lance. Jaime es el segundo por la derecha
     La tarde anterior fuimos hasta San Pedro Manrique para conocer a los celadores que nos acompañarían y probar el rifle. Allí conocí al celador a cuyo cargo estaba Alcarama, el amigo Jaime, al que luego he ido viendo de vez en cuando y siempre me dice que se acuerda de cuando cacé el corzo y en donde. Yo creo que lo hace por quedar bien, pues con la cantidad de corzos que debe de haber cazado desde entonces, o tiene un memorión o es imposible.
      Prácticamente sin dormir partimos a la mañana siguiente, Jose y el que suscribe, de nuevo hacia San Pedro Manrique. Llegamos de noche, como no podía ser de otra manera y emprendimos la marcha, en Land Rover, hacia el Noreste del pueblo, por  muy buenas pistas, internándonos por unos barrancos repoblados por pinos.
      En algún momento del recorrido parábamos y mirábamos las escasas praderas que se divisaban, pues los pinares eran jóvenes y muy densos y escasamente se veían las terrazas sobre los que se habían implantado los árboles. Luego continuábamos otro rato. Vimos un venado y una o dos corzas, pero muy lejanos, al otro lado del barranco en el que estábamos, fuera de tiro.
      En una de esas paradas oímos ladrar a un corzo más adelante y por debajo del camino. Se quedaron Jose y los otros dos celadores que nos acompañaban, en el coche y Jaime y yo iniciamos el rececho, primero camino adelante hasta llegar a la altura del corzo y luego ya entre el monte hasta alcanzar unas piedras desde las que empezamos a buscarle.
      Le descubrió Jaime al borde de una praderilla que no habíamos visto, por quedar tapada desde el camino y me dijo que me preparara. Colocamos la mochila, sobre unas matas de enebro rastrero y tumbado, encaré el rifle buscando al corzo. 
El corzo abatido. Al fondo los barrancos
      Como estaba cerca, a unos cincuenta metros, como mucho, nos debió de oir e inició  la entrada hacia el monte, por lo que le tiré rápido  a la parte trasera, alcanzándole. Se metió al monte y le perdimos, pero Jaime me dijo que no me preocupara, que estaba bien alcanzado y le cogeríamos enseguida.
      Así fue, Jaime se metió por el monte y allí mismo estaba, vivo, pero con un tiro que le había alcanzado la columna a la altura de los riñones y no podía escaparse. 
      Sin aviarle le subimos hasta el camino, donde ya estaban los demás y le hicimos las fotos pertinentes. Le aviaron entonces, enterrando los restos, para que no dieran con ellos los zorros, según me dijeron y cargándole en el coche, volvimos a San Pedro, en donde liquidamos el permiso y de allí a Soria y con las mismas, carretera y manta para Ávila.
El corzo naturalizado
      Era un corzo bonito, grueso y alto, completo y dio 115 puntos CIC, plata  entonces.  Sobre ese trofeo me montaron años después una piel y así le tengo en el salón de mi casa, siendo el único trofeo naturalizado que tengo. 
      En fin, mi segundo corzo fue medalla, pero después no he conseguido ninguno más, aunque es cierto que el pasado año tiré a uno bastante mayor, también en Soria, pero no le di. Tuve que volver a Soria, después de veinticuatro años, para poder tener la oportunidad de cazar un buen trofeo de corzo.  Habrá que repetir.

21 de marzo de 2011

DE CAZA POR LA RED

            Todos los años ocurre lo mismo. Termina la temporada general y algunos, cada vez más seguramente, ya empezamos a preguntar, bucear y trastear por Internet, a la búsqueda del corzo anual.
           Este año no podía ser distinto. Sin embargo la búsqueda, que siempre me había correspondido a mí,  se ha incrementado con la que realiza Jose por su lado. Tampoco tiene coto con corzos, pues ha dejado lo de Los Navalucillos y no puede evitar, como buen corcero que es, la sensación de vacío que deja el no estar pensando por donde entrarle al amigo tragabalas el día uno de abril.
           Por lo tanto, hemos comenzado el buceo por las páginas de Internet y nos vamos comentando los resultados. Ofertas hay muchas, pero al no conocer por donde nos movemos, andamos dando palos de ciego y cuando encontramos algo que parece interesante, llamamos y ya está vendido.
            Hemos ido a Las Navas del Marqués, hace un par de semanas, al encontrar Jose un anuncio que parecía hecho para nosotros. Quedamos con el vendedor y nos ofrecía dos corzos, pues un tercero ya lo había vendido. Fuimos a la finca, muy cerca del pueblo, vimos el terreno y nos situamos en dónde estábamos. Por supuesto que no pretendíamos ver corzos, pues hemos ido pasado el mediodía y no los hemos visto.
             La finca tiene la ventaja de su buena ubicación, colindante con Peguerinos, coto del que ya conocemos su bondad en corzos. Sin embargo, la cobertura vegetal son sólo piornos, pues no hay un árbol y yo diría que la mitad de su superficie, por lo menos, son praderas o zonas desbrozadas. Es decir, la finca tendrá comida, pero no demasiado abrigo. Si a ello añadimos que vimos una inmensidad de ganado, sospecho que cazar un corzo allí va a ser complicado.
             Jose, como buen principiante en esto de buscar corzos en zonas desconocidas, cayó enseguida en los brazos del vendedor y apalabró el corzo. Yo, quizá con el colmillo más retorcido por años de desengaños, ponderé lo que ofrecían, que para mí únicamente era la palabra del vendedor, con lo que pedían, seiscientos euros por un fin de semana de caza, únicamente y decidí no aceptar. espero no arrepentirme.
             El diálogo, fue más o menos así:
             - Si tenemos que venir contigo, supongo que si cazamos el corzo te pagamos y ya está. Será a corzo muerto.
            - No, no es a corzo muerto. Vosotros me pagáis el corzo, venimos y seguro que lo cazamos. Ya tengo controlado alguno.
             Me respondió sin inmutarse.
             - Francisco, que la única garantía que tenemos es tu palabra.
             - Seguro que cazamos el corzo el fin de semana.
             - ¿Y si no lo cazamos porque no vemos ninguno?. Podremos venir otros días, ¿no?, siempre que no tiremos...
             - Hombre, si no viéramos ninguno, os invitaría otro día.
             - Y si no vemos o no tiramos, perdemos el dinero.
             - Esas son las condiciones.
             A lo que le respondí, sin necesidad de pensarlo siquiera.
             - A mí así no me interesa.
             Si puedo decir que algo en el vendedor no me gustó, aunque en ese momento no supe decir el qué. Cuando me dijo que nosotros pagábamos por un fin de semana, por supuesto con él, lo que decía mucho en su favor, pero que si no cazábamos podríamos volver otro día, como mucho y porque nos invitaría él, siendo esa toda su garantía, me eché para atrás.
No entraba en mi cabeza que si por un casual, como muchas veces ocurre con la caza del corzo, el fin de semana elegido no me se movían y no veíamos ninguno, o veíamos alguno pequeño o no tirable, tuviésemos, encima, que agradecerle al señor, que nos invitase otro día, supongo que cuando él quisiera.
              Así quedó todo. Jose se lo fue pensando y antes de llegar de vuelta al pueblo le dijo que él si aceptaba y fijaron ya el fin de semana, a expensas de que hiciera bueno, pues con tan poco tiempo no era cuestión de elegir mal. También le dejó una señal.
              El lunes, al volver al trabajo, me fui derecho a preguntar por el coto en cuestión y ¡oh sorpresa!, nos estaban vendiendo lo que no tenían. la finca tenía la mitad de la superficie que nos dijo y tenía un precinto de corzo. Teniendo en cuenta que, según él, ya había vendido un corzo, a nosotros nos vendía humo.
              Nos mintió no sólo en los precintos o la finca, sino también nos dijo desconocer a una persona, conocida nuestra, de la que sabíamos que había tenido un coto por esta zona y que resultó ser el anterior arrendatario. Sin embargo, dijo no saber quien era. Es curioso que nos pretendiese engañar, cuando a nosotros, realmente, nos daba lo mismo. De esto me enteré también el lunes. Una pena no haberlo sabido antes, pues seguro que Jose no le hubiese apalabrado el corzo.
             Antes de llamarle yo, ya me llamó Jose. Había estado pensando en lo que pasó ese día. Cuando le conté lo que yo había averiguado, se dio cuenta de que se había, quizá, precipitado. Pero como ya ha dado la señal, iremos a ver que es lo que pasa. Supongo que dará para otros relato largo.
             Continuamos buscando y he encontrado algunos más pero, de momento, se salen de precio. Igual cuando vaya llegando el primero de abril bajan algo. Esperaremos un poco más.
En cualquier caso, a pesar de todos los avatares y las pequeñas desilusiones que nos vamos llevando navegando por la Red, hay que decir que este "rececho" es muy entretenido, tanto como los de los corzos de verdad y te proporciona tantas satisfacciones como el otro, pocas. Pero intensas, sobre todo si encuentras un mirlo blanco, algo que todavía no hemos pillado, aunque no perdemos la esperanza.
             Ya contaré en abril o por ahí como nos ha ido.

11 de marzo de 2011

LA REINTRODUCCIÓN DEL CORZO AL SUR DE ÁVILA

          En el año 1987 comencé mi carrera profesional en Ávila. Tras un par de años conociendo la provincia y su fauna me di cuenta de que tenía la posibilidad de realizar una experiencia con la que siempre había soñado, la gestión de poblaciones cinegéticas, gestión que, en este caso sería completa, pues comenzaría con la reintroducción de esas especies en sus antiguos hábitats. 
          Tuve la inmensa suerte de poder hacerme cargo de un monte que después me permitiría realizar mis sueños, el Valle de Iruelas.  
          El Valle de Iruelas es un espacio de singular valor, tanto faunístico, como florístico, situado en la vertiente norte del denominado Macizo Oriental de la Sierra Gredos. Su superficie es de 5.575 hectáreas, que se reparten entre los términos municipales de El Barraco y Navaluenga. Este monte, único en esta provincia, sería declarado, años después, Reserva Natural por la Junta de Castilla y León, por albergar, en los años noventa, la segunda mayor colonia de buitre negro de España. 
Plano de situación del Valle de Iruelas
         La fisiografía del terreno es abrupta. Su cota máxima, 1.950 m. (Cerro de la Escusa) se encuentra en la divisoria de aguas de los valles del Tiétar y Alberche, que constituye el límite Sur del monte. Desde ella se suceden laderas de pendiente acusada hasta su cota inferior, 726 m, en el Embalse del Burguillo, que delimita el monte por el Norte.
La vegetación arbórea cubre el 75% de su superficie.
Predominan las coníferas, siendo el pino negral, el más representado, seguido del P. sylvestris, pino de Valsaín. Mezclado con los dos anteriores aparece el Pinus nigra, laricio o cascalvo. Entre los tres ocupan el 60% ede la superficie arbolada.Tras ellos aparecen el roble, o rebollo, el más abundante entre las frondosas, el castaño,  el aliso, que forma bosques de galería muy bien conservados y el fresno, distribuido profusamente por todo el monte. La encina, aparece en las zonas más bajas acompañada por el enebro. También viven el tejo, del que existen ejemplares muy longevos y el acebo. Hay algunos pequeños pastizales de alta montaña, y las zonas situadas por encima de la vegetación arbórea sustentan una denso matorral de piorno serrano y cambriones.
Vista hacia el Pantano del Burguillo
Cerro de La Escusa y Garganta de Iruelas
               Las especies más importantes de fauna presentes en el Valle son las aves, con el buitre negro a la cabeza, formando una colonia que fluctúa en torno a las ochenta parejas en la
actualidad. También viven especies emblemáticas como el águila imperial ibérica y el águila real y otras rapaces, diurnas y nocturnas, tales como águila calzada, águila culebrera, halcón abejero, las tres visitantes estivales, azor, gavilán, cernícalo vulgar, ratonero común, buho real, cárabo, autillo, mochuelo, así como infinidad de otras aves protegidas.
         Cuando conocí el Valle ya me imaginé lo que se podría hacer en ese espacio virgen de fauna cinegética, pues sólo había jabalí, pero con unas condicones óptimas para el desarrollo de florecientes poblaciones de cérvidos. Así pues, en el año 1990 nos pusimos en marcha. Siempre hablaré en este y otros artícuilos que vengan, de reintroducción, pues de eso se ha tratado, de volver a ltraer a este monte una especie que lo pobló al menos hata finales del siglo XIX. En efecto, en la  Primera Ordenación Forestal del monte, realizada en 1886 se citan los corzos y las cabras monteses, como  presentes en el Valle en esos días. Después de esa cita se desconoce cuando pudo desaparecer, aunque tras la guerra civil ya no existía, pues no se recoge en las sucesivas revisones de la Ordenación Forestal.
Roble del interior del cercado
        La reintroducción del corzo comenzó con la construcción de un cercado de aclimatación, de ochenta y siete hectáreas de superficie, en la zona conocida por El Escaramujal. El cercado dispone en su interior de agua, abundante durante todo el año, y comida, pues la vegetación existente es muy variada, con pinos, rebollos, que proporcionan abundante bellota y ramón, fresnos, escaramujos, tan apetecibles para los corzos, y zarzas. También existen en el interior del cercado tres pequeñas praderas que se han ido sembrando desde aquel momento hasta el presente.       
Otra vista desde el cercad
El 18 de octubre de 1990 dimos suelta a media docena de corzos, a la que siguieron otros doce a los pocos meses, soltando un total de veintidós corzos hasta el año 1994. De esos, diez eran machos y doce hembras.
La población de corzos en el cercado fue seguida, desde su suelta en el mismo, por el autor de este artículo con la ayuda de la guardería forestal del monte, Cándido Martín al principio y hasta el presente y Marcelino Herrero, que llegó después al valle y continúa también aquí. De esa manera se pudieron determinar las parejas que admitía el cercado, así como el crecimiento anual de la población. La población máxima que admitía el cercado era de cuatro a cinco machos territoriales, con una o dos hembras cada uno, lo que permitía unas extracciones anuales de unos doce animales.
Comedero para corzos del cercado
Así pues, en 1994 se iniciaron las extracciones soltándose nueve animales, tres crías hembra, tres machos adultos y tres crías macho. En 1995 fueron capturados, esta vez con redes, siete animales más, con destino al nuevo cercado del monte El Colmenar, que se haría en 1995 y comentaré en otro artículo. Se enviaron cuatro machos y tres hembras, todos ellos adultos.
Tras esta segunda extracción de corzos, con el traslado del autor a otros montes de la provincia de Ávila, no se produjo ninguna más, si bien, la guardería forestal del monte, con buen criterio, ha permitido escapar algunos animales al exterior del cercado, para evitar superpoblaciones. Aunque esa suelta se haya hecho indiscriminadamente, gracias a ella el cercado ha persistido hasta el momento actual. Desde el año 1996 hasta el año 2003, se soltaron al exterior del cercado no menos de cuarenta animales, si bien no es posible saber a ciencia cierto su sexo y edad, pues no se han capturado sino que han salido por las aberturas dejadas en la malla y lo único que se ha ido conociendo era la población que iba quedando, nunca la que había salido al exterior.
Marcaje y toma de muestras de sangre antes de la suelta
En 2003 se retoma la gestión del cercado, realizándose trabajos de  desbroces de la vegetación, para abrir zonas que se habían cerrado excesivamente y se mejora la malla perimetral, muy dañada por el paso de los años, cerrando los portillos existentes.
Suelta de los corzos en el cercado
Tras un primer censo de los corzos presentes, se pudo observar que quedaban tres machos adultos y seis hembras, además de siete crías. Además, por los años que había pasado el cerramiento sin mantenimiento, penetraron en el cercado varios ciervos y ciervas, que, en esos momentos, llegaron a ser hasta veinticuatro animales, muchos más que corzos. Su presencia en el cercado impide cualquier tipo de gestión con los corzos, pues no sólo no puede suministrárseles alimento suplementario, que es comido antes por los ciervos, sino que interfieren en las capturas periódicas para el marcaje de los corzos.
Redes tendidas para la captura
Por ello, desde ese año hasta el momento, se han venido capturando los ciervos, siendo soltados fuera del cercado. Con los ciervos siempre salen del cercado algunos corzos, al derribar aquellos el cerramiento, al lanzarse contra él, cuando son ojeados hacia las redes.
Debido a esa pérdida de corzos, no se han podido hacer capturas de corzos para su suelta al exterior los tres años siguientes, si bien ya en 2007 se han dejado salir fuera nueve corzos, dos machos y siete hembras, todos crías de esos años, con el fin de reducir la población para hacer nuevos trabajos en el cercado. Así, ese año se procedió a una renovación del cercado, dividiéndole en dos más pequeños, para facilitar la gestión y sobretodo, las capturas.
En la actualidad el cercado se sigue gestionando por los técnicos de la sección Territorial Tercera, del Servicio Territorial de Medio Ambiente de Ávila, con la inestimable ayuda de los agentes medioambientales del monte.
Las poblaciones del corzo del Valle, fuera del cercado, han ido creciendo poco a poco, comenzándose a cazar en el año 2005, en el que se abate un corzo medalla de bronce. En los años siguientes se han ido cazando uno o dos ejemplares anuales, si bien ninguno ha alcanzado una puntuación suficiente para ser medallable. 


5 de marzo de 2011

EL DOBLETE

En 1995, después de participar bastantes años en los sorteos de caza a rececho, en reservas nacionales y cotos sociales de Castilla y León, tuve la suerte de ser agraciado con un permiso.
No me costó demasiado elegir. Quería un corzo, por supuesto y respecto de la reserva en la que cazar, también estaba  claro, en donde seguro que me acogerían fenomenalmente, Riaño.
Podría haber optado por un permiso en Urbión o en la Sierra de la Demanda, con corzos de mejor calidad, pero volver a Riaño, tan espectacular en sus paisajes y con tanta calidad en su personal técnico y de guardería, era más atractivo que laposible calidad del corzo a cazar.
Así pues, un 17 de junio de 1995 partíamos Ambrosio y yo desde Ávila, a donde vino a recogerme, con dirección a Llánaves de la Reina, al hotel del buen amigo Nicolás.
Quedamos con Juan Carlos y César en Riaño y desde allí fuimos hasta Valdeón a ver a los celadores que nos iban a acompañar en la caza, Felipe y Javier. Javier vivía en Llánaves y le veríamos esa noche al ir a dormir al hotel.
Llegamos a media tarde a Valdeón y fuimos directos a ver a Felipe. Nos propuso dar una vuelta hasta anochecer para ver si encontrábamos algún corzo de los que tenían controlados, hasta catorce distintos, tirables, en ese cuartel, que era el suyo. El celo, además, estaba en su mejor momento. Toda esta información me dio aún más ánimos, ánimos que no necesitaba, pues el solo hecho de estar ahí, con la gente que estaba, era suficiente para mí. 
                  Felipe con los dos corzos en el prado
Ya entre dos luces, estábamos apostados cerca de la carretera que baja desde el Puerto del Pontón hasta Valdeón, vigilando unos prados muy querenciosos según Felipe. Oímos ladrar un corzo dentro del bosque, al otro extremo de los prados. Felipe indicó que sería el corzo que tenía allí controlado y que debíamos ir as buscarle al bosque pues se nos iba a echar encima la noche.
Se quedaron todos en la carretera, menos Felipe y yo, que avanzamos por el prado hasta el borde. Desde allí vimos, a unos ciento cincuenta metros, en otro prado, un corzo bastante malo, largo, pero delgado, sin luchaderas y con las puntas posteriores de uno o dos centímetros. Si a eso añadimos su aspecto desmejorado, los síntomas de vejez eran evidentes. Era también el prototipo de corzo asesino, con cuernas largas y sin luchaderas.
Felipe me dijo: 
-¡Tírale!.
A lo que le respondí:
-Hombre Felipe, para una vez que me toca un permiso, ¡cómo voy a tirar a ese corzo!
El trofeo que buscábamos
- Este es selectivo y no cuenta. Me dijo él.
Aclarado el tema, disparé al corzo, con tan buena suerte que cayó redondo.
Nos fuimos deprisa a por él, pues prácticamente ya era de noche.
Llegando al corzo, oímos ladrar a otro, que venía corriendo hacia nosotros.Enseguida veríamos que venía corriendo, pero no hacia nosotros.
Los dos, con los prismáticos, escudriñábamos en la oscuridad, intentando ver el corzo, hasta que Felipe me dice:
- ¡Es el que tengo visto, dispárale!
Y a menos de cincuenta metros, ladrando al corzo muerto, al que parece ser que seguía, maté mi segundo corzo esa tarde.
Todo ocurrió en menos tiempo del que se tarda en leerlo, por eso, aunque realmente no fue un doblete lo que hice, siempre lo he llamado así, pues no creo que trancurrieran cinco minutos entre uno y otro disparo.
Volvimos con los demás y ¡oh sorpresa!, se encontraron con dos corzos en lugar de uno.
Al día siguiente anduvimos por la montaña. El trabajo estaba hecho.




A la izquierda los dos corzos con el autor en la casa de Felipe 




28 de febrero de 2011

MIS COMPAÑEROS DE FATIGAS 1. AMBROSIO

En el anterior relato ya presenté algunos de mis amigos, corceros y cazadores en general, como yo, con los que viajé por vez primera al extranjero buscando nuevas experiencias tras los corzos. Hoy le toca a Ambrosio y en otros relatos hablaré de Jose, Josito y otros.
Ambrosio es especial. Desde que le conozco y ya son muchos, muchos, años, tuve claro que había conocido a alguien al que le gustaba el campo y la caza más que a mi. O al menos, igual que a mi. Siempre ha estado dispuesto para cualquier plan cinegético y si ese plan incluía corzos, mucho mejor. Es más, casi todos nuestros viajes cinegéticos por este país han sido tras los corzos, con mejor o peor suerte para mí, pues Ambros, aunque sólo exista un corzo, aunque esté en la imaginación del que nos ha llevado al sitio al que hemos acudido, se hace con él.
La primera foto juntos, en 1987. Teníamos más pelo
Nuestra colaboración corcera comenzó hacia el año 1993 cuando me llamó para decirme que podíamos entrar de socios en Arroyos, un pequeño coto de Los Yébenes entonces con bastantes corzos. Le dije que si y nos fuimos para allá. Sólo estuvimos tres o cuatro temporadas, pues lo que si había era muchas corzas, pero machos había pocos y buenos, posiblemente, ninguno. Así las cosas, nos quedamos poco a poco solos con el coto y para dos era demasiado caro. El siguió solo una temporada más y lo dejó al final.
Cazó unos cuantos corzos, pues disponía de bastante tiempo por entonces. Yo sólo pude cazar uno pequeño, aunque tiré a otro par de ellos, fallándolos.
Tras Arroyos pasamos a buscar corzos por otras latitudes y puesto que yo ya estaba en Ávila hacía unos años, comenzamos por un viaje a Burgos en el año 1998, por Santo Domingo de Silos, en el que no nos comimos una rosca. Bien es verdad que, al haber conseguido Ambrosio que el pago fuese a corzo muerto, al no ver color, aguantamos sólo dos salidas al campo, en dos días. Volvimos a Burgos el año 200, en septiembre por la zona de Ibeas de Juarros. Tampoco tuvimos suerte, pero seguíamos a corzo muerto. Total , que dejamos esa provincia para más adelante.
Ambrosio conmigo y mi corzo de Vallesú en 2002
En 2001 entré de socio en Vallesú, en Robledo del Mazo, pero Ambrosio, no recuerdo el porqué, no entró. Aún así, se vino conmigo algún día y claro, ese año cazó él, no yo. Al año siguiente entró con nosotros y estuvimos otra temporada, pues acabó el contrato y no0s quedamos sin coto. No recuerdo si allí cazó algún corzo más él, pero yo si cacé uno, pequeño claro, al que ya tiré por pesado, pues estaba tan encelado que me pasó dos veces por el sitio en el que me había apostado, la preciosa Pedriza de la Teja, comiéndose ala hembra y la última vez decidí tirarle. Al echarme el rifle a la cara, con 1,5 aumentos, todo era corzo, de lo cerca que pasaba.
En 2004 en Guadapero
En 2003 a través de un amigo contacté con Iñaqui, del que también hablaré en otro momento, en Monsagro, Salamanca, e iniciamos una fructífera etapa corcera en la zona de Ciudad Rodrigo. Así ese año y el siguiente cazamos en Guadapero, un corzo cada uno, cada año. En 2005 yo cacé un corzo en Porteros, pero creo que Ambrosio no cazó nada. Estuvimos también en Robleda y en El Cabaco, pero no conseguimos nada. En 2009 cacé otro en Serradilla del Arroyo, en Cabezagorda, un coto que Ambrosio arrendó solo ese año.
En 2005 con Iñaqui y mi corzo de Porteros
Antes, en el año 2005, habíamos formado un Club Deportivo con otra gente, entre ellos Josito, para poder concursar en los cotos que fueran saliendo a subasta. Conseguimos quedarnos, hacia el final de ese año, con El Pinar, también en Robledo del Mazo. En ese monte hemos pasado cinco temporadas, que nos han proporcionado muy buenos momentos, pero también algunos malos tragos. Este monte tenía mucho ciervo, pero pocos corzos y de hecho, yo sólo pude cazar dos en las cinco temporadas y Ambrosio creo que sólo ha cazado uno. Bien es cierto que si hubiésemos tirado a todo, si que se podrían haber matado varios, pero casi de segunda cabeza, como máximo. Y no tirábamos.
Terminamos en El Pinar y esta última temporada no teníamos donde cazar un corzo y me moví, comprando dos corzos en Soria, uno para cada uno. Pero claro, yo no se comprar como él y no fue a corzo muerto.
En Las Aldehuelas con su corzo en 2010
Me hacía ilusión volver a Soria, en donde cacé mi segundo corzo y el mayor que tengo, allá por 1987. Entonces estuve en San Pedro Manrique, ahora estuvimos al lado del Puerto de Oncala, en Las Aldehuelas. Ya me extenderé otro día con esas cazas, pero ahora estamos con Ambrosio que, en su linea, cazó en su primera y única asistencia al cazadero. El corzo no era grande, pero más pequeño fue el mío que, tras tres viajes a Soria durante el pasado verano, me vine como fui, aunque, a decir verdad, también tiré y a un corzo mucho mayor que el cazado por él. Pero fallé y me quedé con el corzo en la cabeza, de tal forma que ya no tiré a nada más, por buscarle cada vez que fui.
Concluyo estas lineas sobre Ambrosio esperando que nuestra mutua compañía continúe durante muchos años más.
¡Ah, ahora te toca a ti, Ambros, buscar corzos para la próxima temporada!