EL CORZO Y SU SANTA MADRE

Página dedicada al corzo, su vida y avatares. También a narrar las satisfacciones que nos reporta a los que disfrutamos con la gestión de sus poblaciones, contemplando sus espantadas por el monte, o intentando darle caza de vez en cuando.

5 de marzo de 2011

EL DOBLETE

En 1995, después de participar bastantes años en los sorteos de caza a rececho, en reservas nacionales y cotos sociales de Castilla y León, tuve la suerte de ser agraciado con un permiso.
No me costó demasiado elegir. Quería un corzo, por supuesto y respecto de la reserva en la que cazar, también estaba  claro, en donde seguro que me acogerían fenomenalmente, Riaño.
Podría haber optado por un permiso en Urbión o en la Sierra de la Demanda, con corzos de mejor calidad, pero volver a Riaño, tan espectacular en sus paisajes y con tanta calidad en su personal técnico y de guardería, era más atractivo que laposible calidad del corzo a cazar.
Así pues, un 17 de junio de 1995 partíamos Ambrosio y yo desde Ávila, a donde vino a recogerme, con dirección a Llánaves de la Reina, al hotel del buen amigo Nicolás.
Quedamos con Juan Carlos y César en Riaño y desde allí fuimos hasta Valdeón a ver a los celadores que nos iban a acompañar en la caza, Felipe y Javier. Javier vivía en Llánaves y le veríamos esa noche al ir a dormir al hotel.
Llegamos a media tarde a Valdeón y fuimos directos a ver a Felipe. Nos propuso dar una vuelta hasta anochecer para ver si encontrábamos algún corzo de los que tenían controlados, hasta catorce distintos, tirables, en ese cuartel, que era el suyo. El celo, además, estaba en su mejor momento. Toda esta información me dio aún más ánimos, ánimos que no necesitaba, pues el solo hecho de estar ahí, con la gente que estaba, era suficiente para mí. 
                  Felipe con los dos corzos en el prado
Ya entre dos luces, estábamos apostados cerca de la carretera que baja desde el Puerto del Pontón hasta Valdeón, vigilando unos prados muy querenciosos según Felipe. Oímos ladrar un corzo dentro del bosque, al otro extremo de los prados. Felipe indicó que sería el corzo que tenía allí controlado y que debíamos ir as buscarle al bosque pues se nos iba a echar encima la noche.
Se quedaron todos en la carretera, menos Felipe y yo, que avanzamos por el prado hasta el borde. Desde allí vimos, a unos ciento cincuenta metros, en otro prado, un corzo bastante malo, largo, pero delgado, sin luchaderas y con las puntas posteriores de uno o dos centímetros. Si a eso añadimos su aspecto desmejorado, los síntomas de vejez eran evidentes. Era también el prototipo de corzo asesino, con cuernas largas y sin luchaderas.
Felipe me dijo: 
-¡Tírale!.
A lo que le respondí:
-Hombre Felipe, para una vez que me toca un permiso, ¡cómo voy a tirar a ese corzo!
El trofeo que buscábamos
- Este es selectivo y no cuenta. Me dijo él.
Aclarado el tema, disparé al corzo, con tan buena suerte que cayó redondo.
Nos fuimos deprisa a por él, pues prácticamente ya era de noche.
Llegando al corzo, oímos ladrar a otro, que venía corriendo hacia nosotros.Enseguida veríamos que venía corriendo, pero no hacia nosotros.
Los dos, con los prismáticos, escudriñábamos en la oscuridad, intentando ver el corzo, hasta que Felipe me dice:
- ¡Es el que tengo visto, dispárale!
Y a menos de cincuenta metros, ladrando al corzo muerto, al que parece ser que seguía, maté mi segundo corzo esa tarde.
Todo ocurrió en menos tiempo del que se tarda en leerlo, por eso, aunque realmente no fue un doblete lo que hice, siempre lo he llamado así, pues no creo que trancurrieran cinco minutos entre uno y otro disparo.
Volvimos con los demás y ¡oh sorpresa!, se encontraron con dos corzos en lugar de uno.
Al día siguiente anduvimos por la montaña. El trabajo estaba hecho.




A la izquierda los dos corzos con el autor en la casa de Felipe 




No hay comentarios:

Publicar un comentario