EL CORZO Y SU SANTA MADRE

Página dedicada al corzo, su vida y avatares. También a narrar las satisfacciones que nos reporta a los que disfrutamos con la gestión de sus poblaciones, contemplando sus espantadas por el monte, o intentando darle caza de vez en cuando.

26 de abril de 2011

LOS CORZOS SALMANTINOS

     En el año 2003 una feliz circunstancia hizo que, a partir de ese año y hasta el presente, aunque no todos los años, hayamos ido a cazar corzos al Suroeste de Salamanca, más concretamente en el entorno de Ciudad Rodrigo. Allí hemos encontrado nuevos amigos y descubierto una zona muy abundante en corzos, que puede llegar a deparar sorpresas tan especiales como el encuentro, tras cualquier mata, de un corzo negro.
     La cosa comenzó inesperadamente, lo que es una buena forma de comenzar, pues la sorpresa que te supone encontrar corzos sin haberlos buscado, si bien no es tan satisfactoria como cuando buscas, rebuscas y finalmente encuentras, se ve compensada por llegar a un sitio del todo nuevo y al que no te esperabas acudir.
     Así, en el mes de marzo de ese año recibí una llamada de Antonio Núñez que, habiendo aprobado la oposición de celador de medio ambiente, había sido destinado el año anterior a la Reserva Regional de Las Batuecas, en Salamanca. Su cuartel de caza era Monsagro y allí había conocido y trabado amistad con un joven de ese pueblo, excepcional aficionado a la caza, especialmente del jabalí, de nombre Iñaqui.
     Iñaqui, que, con su mujer Mari Jose, regenta un pequeño hotel rural en esa localidad, le habló a Antonio de la posibilidad de vender un par de corzos de un pueblo vecino, preguntándole si conocía alguien que pudiera estar interesado.
      Antonio se acordó de mí y me llamó. Ahí empezó nuestra etapa salmantina. Digo nuestra etapa pues, desde el primer momento ya conté con Ambrosio para hacer el viaje juntos, aunque en ese primer año, como casi siempre, el acabó pronto y yo estuve yendo varias veces hasta que tuve la suerte de abatir mi primer corzo en esa zona.
     Aparecimos por Monsagro a mediados de abril, alojándonos en casa de Iñaqui. Desde allí salíamos a cazar a Guadapero, anejo de Serradilla del Arroyo, en donde teníamos los dos permisos. La distancia no era mucha. El terreno era parecido al de los Montes de Toledo, con sierras alineadas de Este a Oeste, repobladas con pinos excepto en las zonas de pedrizas, tan abundantes como en nuestra tierra. Las zonas no repobladas estaban pobladas por encinas en forma de monte bajo en las solanas y abundante matorral de brezo en las unbrías y entre las repoblaciones más jóvenes.
Ambrosio y su primer corzo de Salamanca, conmigo.
     La primera mañana ya cazó Ambrosio su corzo, cuya foto es la primera que aparece en este relato. Un corzo bonito. Yo después estuve yendo varias veces hasta que cacé mi corzo,  lo que hice el 18 de julio, pero del que no conservo foto pues lo cobró Iñaqui a los dos o tres días.
     Los hechos ocurrieron de la siguiente manera:
 Después de varios viajes a Monsagro no conseguía tener un corzo representativo a tiro, a pesar de que cada vez me conformaba con menos, como suelo ocurrir en estos casos. Ese día ya volvíamos a casa de la salida matinal cuando vimos dos corzos en unas terrazas a media ladera en uno de los cerros. Echamos los prismáticos y vemos que es un corzo muy aceptable, máxime a esas alturas de la temporada, que ya casi me anunciaba que tendría que volver para el otoño.
     El caso es que nos pareció aceptable y hacia él nos dirigimos, tras dejar el coche en un bajo, llegando a unos doscientos metros de la pareja. No podíamos avanzar más y para más complicación los corzos se espantaron subiendo más por la ladera. Les silbamos y se pararon a no menos de trescientos metros, según Iñaqui, que llevaba mi telémetro, pues yo bastante hacía con intentar no perderlos por el visor, apoyando el rifle en el trípode. Al pararse cruzados Iñaqui me animó a tirar y allí fue la bala, sintiendo claramente el golpe en la carne, pues la distancia a la que estaban permitía oirlo tras el estampido.
     Enganchado estaba, aunque no sabíamos donde y para que nos reafirmáramos en ello, el corzo comenzó a descender cortando las terrazas, parándose a unos doscientos metros, mientras que la corza había seguido huyendo hacia arriba. Se paró el corzo en una terraza, pero no le veíamos desde abajo, por lo que, en contra de lo que indican las más elementales normas cinegéticas cuando se deja herido a un animal, en lugar de esperar fumando un cigarro, pues entonces yo aún fumaba, pensamos que lo mejor sería ir a buscar al corzo, pensando en que su herida sería mayor de lo que luego resultaría.
     El segundo error fue que Iñaqui subió y yo me quedé esperando, para poder dirigirle hacia el sitio en donde le vimos la última vez. Y todavía quedaba un tercer error, más craso aún. Iñaqui se fue sin arma, pensando en que si se movía yo le vería y podría dispararle, pues seguro que correría hacia abajo, como así ocurrió.
     El corzo dejó llegar a Iñaqui hasta menos de cinco metros. Temblaba y seguro que si le hubiésemos dejado echarse, le hubiéramos cobrado, pero... El caso es que no pudo echarle mano, corrió hacia abajo y yo no le vi. Luego comprobamos que el matorrral y los pinos eran más altos de lo que pensábamos en en el sopié del cerro, por donde, lógicamnte, huyó.
     Fuimos a Monsagro a por Charly, el perro de rastro de Iñaqui y volvimos a la zona. Charly cogió el rastro y salió una terraza hacia delante, a no más de cincuenta metros de donde yo había estado puesto esperando su bajada y continuó por ella hasta llegar a una de las alambreras que delimitaban las propiedades, a unos quinientos metros de donde estábamos. Viendo que el rastro se alejaba y que no estaba claro que lo pudiésemos cobrar, pues habían encontrado una cama con bastante sangre, lo que indicaba que estaba bien tocado, decidimos, ahora si, dejar la búsqueda hasta que el animal se enfriase.
     Como yo me tenía que volver, pues creo que tenía guardia de incendios al día siguiente, Iñaqui se quedó encargado de intentar el cobro. Pasaron dos o tres días y finalmente, Iñaqui me llamó comunicándome que había encontrado el corzo, por el olor y los buitres y sólo a unos veinte o trienta metros de donde dejaron el rastro en la alambrera. Estaba metido contra un brezo y según olía debía de llevar muerto casi desde el día del disparo, aunque en pleno mes de julio poco tiempo necesita la carne para corromperse. En fin, nos quedamos sin carne por no seguir las reglas y el pobre Iñaqui tuvo que cortarle la cabeza casi con mascarilla.
Ambrosio con Iñaqui y su  corzo 
     Al año siguiente volvimos a Guadapero y de nuevo Ambrosio cazó el primero, un buen corzo para la zona, al que yo no quise tirar la tarde anterior, por no cazar el primer día y acabar tan pronto la temporada. A los dos días cacé yo mi corzo, pequeño aunque con seis puntas, que me proporcionó un bonito lance y al que tiré por ese motivo, reconociendo que me pareció mayor de lo que realmente fue luego, pero eso ocurre a menudo con los corzos, especialmente si los ves de frente o por detrás. Localicé por sus ladridos a dos corzos que se perseguían por el borde de un pinar,como si estuvieran en celo, a pesar de ser el día 18 de abril. Al final pude fijar al mayor y le disparé, muy lejos, al borde del pinar en el que se iba a meter.
Con Iñaqui y Ambrosio y mi primer corzo de 2004
    Tuve suerte ese año pues al final acabé cazando un corzo de Ambrosio, a finales del mes de julio, pues se había quedado con dos precintos más y sólo pudo cazar uno. Yo me lo encontré, pues antes que perderlo me invitó a ir con él y el primero que cazase ponía el precinto. Cacé un corzo, también pequeño, del que tampoco conservo foto, no se el porqué.
     Pero quien si pudo rizar el rizo fue Ambrosio, pues tuvo la suerte de ver un corzo negro, bien es verdad que lejos, según Iñaqui, que iba con él  y aunque le disparó, por más que buscamos luego, no encontramos rastro alguno. No era grande, como no lo es ningún corzo melánico, pero hubiese sido un exito total. Después no hemos vuelto a ver ninguno más en nuestras excursiones por la zona.
     Volvimos a Monsagro en 2005. Esa vez no conseguimos los precintos de Guadapero, pero Iñaqui disponía de uno de su coto de Porteros y allí fuimos. Tuve mucha suerte y el corzo fue para mí. El 16 de julio Iñaqui me dejó puesto al lado de unos huertos y él se fue con Ambrosio a recechar por otra zona del coto. 
Iñaqui y Ambrosio con mi corzo de Porteros.
     Después de esperar bastante y de que me entrara un furtivo, pues eso era una persona que me cruzó a unos 100 metros con la escopeta en la mano, sin cortase para nada, oí ladrar un corzo en la ladera que tenía a mi espalda, en donde había un cercado con una repoblación de pinos. Me volví y vi un corzo que entraba por debajo de la alambrera a la repoblación, parándose entre las terrazas. A pesar de la distancia, habiéndo ya terminado la mañana, decidí dispararle y volví a oir el flop de la bala al alcanzar el cuerpo del animal. Cuando subí a buscarle ya estaba muerto. 
     En 2006, de nuevo sin precintos de Guadapero, que ya no hemos vuelto a tener, Iñaqui consiguió tres de El Cabaco, ya más alejado de su casa y en el que no conseguimos abatir ningún corzo, a pesar de haber ido en dos o tres ocasiones. También intentamos el corzo de Porteros y Juan Carlos, que se vino con nosotros un fin de semana, llegó a disparar a uno, pero en malas condiciones y no se hizo con él. 
     Al año siguiente fuimos a Robleda, también en la zona de Ciudad Rodrigo, por un contacto de Ambrosio. Sólo estuvimos un fin de semana, viniéndose con nosotros Jose. Tampoco vimos nada ninguno de los tres y yo no volví. Ambrosio aún fue un par de veces, pero volvió "bolo" también. 
     Hemos seguido manteniendo la conexión con Iñaqui, que ha venido un par de veces a cazar con nosotros a Piedrescrita y hemos vuelto en 2009 a cazar con él. esta vez Ambrosio se había quedado en subasta con el coto Cabezagorda, en Serradilla del Arroyo que, además de tres monterías, disponía de cinco precintos de corzo. Pero claro, una cosa son los precintos y otra los corzos y apesar de que en el mes de febrero anterior, en el que fuimosa conocer el coto, vimos varios corzos y corzas, lo que nos hacía prever que no sería muy diufícil su caza, a la hora de la verdad, la cosa estuvo tan cruda que en un fin de semana, con cuatro personas recechando, Jose, Ambrosio, Juan Carlos y yo, no conseguimos ni un sólo corzo. Esto decidió a Ambrosio a dejar el coto, cosa que hizo antes de acabar la temporada del corzo. 
Iñaqui con el corzo de Cabezagorda
     Yo tuve mucha suerte, pues ya había cazado mi corzo al comienzo de la temporada, el 14 de abril, con un tiro lejano y con mucha suerte, pues le di en el cuello. 
     En este coto tenía Iñaqui localizado un corzo negro, en la zona en la que yo cacé el corzo, llamada Los Valles, pero no fuimos capaces de dar con él.
     No hemos vuelto por Monsagro el pasado año y este supongo que tampoco, pues Iñaqui no ha conseguido precintos con garantías. Habrá que esperar a que se produzca la sorpresa, como ocurrió con la primera vez en la que fuimos para allá.

18 de abril de 2011

¡YA TENEMOS EL CORZO ANUAL!

     Para ser más exacto, ya tenemos apalabrado el precinto para el corzo anual, que no el corzo. Así es, después de muchas idas y venidas, llamadas, parlamentos y pequeñas frustraciones, parece ser que, por fin, tendremos corzo. Y digo tendremos porque he apalabrado dos, todos los que vendían, uno para mí y el otro para Ambrosio, al que ya para comentárselo y me dijo estar de acuerdo.
     Ya he comentado en un relato anterior la búsqueda de este año, tanto por Josito como por mí, por Internet o a través de terceras personas. Pues bien, al final, sin esperarlo ya, uno de los muchos contactos se ha hecho realidad. 
     A mediodía me llaman por teléfono. Es David, el Secretario del Asocio, al que llamé hace un mes, más o menos, preguntándole por los corzos de la Sierra de Ávila, pues me habían dicho que ya les autorizaban la caza de un par de ellos, o tres, en esta temporada. Me confirmó esa noticia, pero, además, me dijo que ya habían tenido un precinto el año pasado, pero que no lo habían vendido ni, por tanto, cazado. 
     No era mala noticia, hasta que llegamos al precio, que yo pensé que era uno y resultó ser unos trescientos euros más caro de lo que yo esperaba, incluyendo el IVA. Ante ese precio, un 40% más caro de lo esperado, sólo pude decirle que no me interesaba tan caro. No necesitaba consultar con Ambrosio, aunque después si se lo dije, pues el precio era mayor que el que pagamos en Soria el año pasado y aunque para mí, la cercanía del coto compensaba el mayor precio, para él, aunque venir hasta Ávila le lleve menos tiempo, realmente le compensa poco. Así se quedó.
      Seguimos buscando corzos en Las Navas del Marqués, como ya comenté, en donde Josito se quedó con uno, en Segovia en tres cotos distintos, del que aún espero la respuesta de uno de ellos. Espero que esa respuesta sea positiva, a pesar de ya tener un corzo, pues me interesa entrar ahí, para tenerlo asegurado en próximos años, a un precio aceptable, similar al de la Sierra de Ávila, en donde, por el contrario, no puedo afirmar que otro año pueda tenerlo.
     Tito, del que hablaré otro día, también nos estuvo localizando algún corzo en Zamora, pero no cuajó y nos advirtió a tiempo de un coto de Toledo que salía a subasta y al que pensábamos concursar.     Hemos llegado a ir hasta Navafría, en donde subarrendaban una parte del coto con cuatro precintos de corzo, por una cantidad desorbitada. Aún así fuimos, pues Josito quería conocer al que vendía para intentar entrar de socio con él. Pero no se presentó, sino que mandó un representante y no podía haber trato respecto del trozo de coto que vendía, por la cantidad que pedía pues, a pesar de que justificaba el precio en la posibilidad de dar hasta tres monterías o seis ganchos, un simple paseo en coche por las pistas del monte nos permitió ver que este pinar ordenado desde hace más de un siglo, precisamente por esa modélica ordenación, alberga pocos sitios de encame para los jabalíes, por lo que esas batidas se podrían dar entre amigos, pero no comercialmente, para que ayudasen algo a bajar el precio de los corzos. Sin esa ayuda, los corzos costaban más de tres mil euros por cabeza. No hubo trato.
    Afortunadamente no hubo trato, pues aunque yo ya dije que no entraba en ese precio si que les aseguré a mis compañeros que corzos había muchos. Les hubiera engañado. El pasado lunes me reuní en Segovia con mis compañeros de la Comisión de Homologación de Trofeos de Castilla y León, de la que soy vocal y comenté el asunto con mi amigo Pedro Ramos, vocal por Segovia y que tuvo Navafría durante muchos años, pero ya hace bastantes también. Me contestó que había hecho bien pues había bajado mucho la población de corzos en la sierra, a la vez que había ido aumentando en el pie de monte y en la llanura segoviana.
     Yo había conocido esa zona hacía ya más de diez años y como no había vuelto más pues pensaba que seguía igual. Menos mal que nos pidieron mucho dinero y no entraron ellos, si no, se hubiesen estado acordando de mi toda la temporada.
     Después hemos estado en contacto con la Comunidad de la Ciudad y Tierra de Segovia, que posee varios cotos en la sierra de Segovia y el mayor de ellos en Peguerinos, Avila. Estamos pensando si asistir a un concurso de un pequeño coto, a caballo entre Valsaín y El Espinar, pero tras las noticias de Pedro Ramos, no sabemos que hacer. En cualquier caso es caro y esperaremos a ver que pasa.    
     Seguramente me dejo algunos contactos más buscando corzos, pero estábamos con David. Como hablo con él habitualmente, pensé que se trataba de algún asunto de trabajo. Pero, que va, eran los corzos. Me preguntó si seguía interesado en un corzo en la Sierra de Ávila. Le contesté que al precio que me pidió no y me respondió que al precio tasado en el pliego de condiciones más el IVA, a lo que, sin pensarlo le dije que no uno, sino los tres, contando con Josito, sin haber contado con él previamente, pero me respondió que tenían dos y una corza, por lo que le apalabré los dos.
     Hemos quedado después de Semana Santa para los precintos, el papeleo y el pago de los mismos. Espero que no haya ninguna pega hasta ese día. Ya lo veremos.
     La  verdad es que estoy ilusionado, como sólo lo puede estar un corcero, con la posibilidad de poder cazar mi primer corzo en Ávila, tras más de veinte años aquí y con todos los avatares que hemos pasado hasta ver que ya empieza a ser un animal habitual por estas sierras. Digo hemos pasado, pues en esa aventura tuve a mi lado a buenos compañeros de viaje, agentes, celadores y técnicos de Medio Ambiente en Ávila y amigos en otras provincias.
     Aunque posiblemente la zona de caza se haya poblado por la expansión natural que el corzo viene experimentando desde hace unos quince años por el Valle Amblés, desde Segovia y Peguerinos, también creo que las repoblaciones que hicimos en el Valle de Iruelas y sobretodo, en el Puerto del Pico, han contribuido a que el corzo llegue aquí. Esta circunstancia tiene para mí un morbo especial, pues digamos que, si consigo cazar uno, cierro el círculo, algo que no conseguí en el Valle de Iruelas, en donde pagué un precinto hace años y me quedé con él, pues no conseguí disparar sobre corzo alguno. Cierro el círculo desde la repoblación de unas sierras vírgenes de caza mayor, excepto algún jabalí que, con los años y esfuerzos de mucha gente implicada en el proyecto, pasan a albergar poblaciones de corzo, terminando la historia con la consecución de un trofeo, fin último, que no exclusivo, de aquéllas repoblaciones. A ese morbo habría que añadir la satisfacción íntima de conseguir el primer corzo del coto.
     La zona la conozco, pero dudo que alguien sepa que densidad de corzos hay, aunque nunca se haya cazado. Tampoco sabemos como serán, por lo que habrá que echarle algunas madrugadas y trasnochones para ir localizando los animales y decidir, sin prisa, que animal tirar, si fuese posible hacerlo y acordarnos, con toda seguridad, del título que le puse a este blog que recoge mis vivencias corceras.
     A esperar el desarrollo de los acontecimientos. Espero poder contar aquí la caza de mi primer corzo en Ávila.

10 de abril de 2011

MI PENÚLTIMO FALLO

     Esta entrada no tendrá fotos, a no ser que sean de paisajes o amigos, pues lo que se dice de trofeos, no encontraremos ninguna. Así será porque lo que hoy relataré son mis fallos, en una relación que no pretende ser exhaustiva, pero que me ayudará a recordar aquellos lances que mi memoria, tan selectiva con los malos recuerdos, habrá pretendido olvidar y quizá ya haya olvidado.
     Mi último fallo aún lo recuerdo. Fue el pasado verano. Volví a Soria tras más de veinte años buscando un buen corzo, como los que allí existen. Conseguí dos permisos en Las Aldehuelas, uno para mí y el otro para Ambrosio. la zona de caza está tras pasar el Puerto de Oncala, en un valle que se abre hacia el Noroeste, flanqueado por decenas de aerogeneradores, en las cuerdas de las dos cordilleras que le delimitan.
     El coto, de unas 5.000 Hectáreas, según me dijeron, está en plenas tierras altas de Soria, con grandes extensiones de praderas en las que pastaban miles de ovejas y algunos corzos. Repartidos por el valle se van repartiendo pequeños bosquetes de rebollos, acebos y pinos silvestres, bien monoespecíficos, bien mezclados. Es una zona muy bonita, pues permite ver muy lejos, al ser tan abierta, aunque luego pueda ser difícil llegar a distancia de tiro de los animales.
     En fin, que llegamos un día de finales de julio del pasado año a Garray y tras recoger los precintos y conocer a Juanma, vecino de Las Aldehuelas, perrero y representante del coto, que nos enseñaría sus lindes, partimos hacia el mismo. Hacía mucho viento y no vimos nada. Al día siguiente por la mañana tampoco vimos nada y por la tarde vino a acompañarnos, además de Juanma, Tomás, la persona que nos había vendido los precintos. 
    Yo me fui con Tomás y Ambrosio con Juanma. Alcanzamos con su coche el final del coto, en donde, según me dijo, había visto un buen corzo días antes. Aparcamos en la base de uno de los molinos y sacamos el telescopio, que él llevaba, comenzando a registrar la ladera de enfrente, hacia abajo y todo lo que alcanzaba nuestra vista. Con los prismáticos descubrí un animal, bastante lejos, que andaba triscando entre un bosquete claro de pinos jóvenes. Al echarle el telescopio comprobé que era muy bueno. Se lo marqué a Tomás y me dijo que era el que ya conocía. 
     Salimos rápidamente a su encuentro. Primero fuimos con el coche hasta su altura, aunque por encima de él y después iniciamos el rececho hacia donde suponíamos que iría en su deambular. Al rato de andar y no verle, pudimos localizarle delante nuestro a unos ciento cincuenta metros, entre los pinos. El aire nos daba en la cara por lo que ya sólo nos quedaba esperar a que se pusiera a tiro.
     Yo no me suelo poner nervioso y ahora tampoco lo estaba pero, es cierto, que es una de las veces en las que más tiempo he estado observando a un corzo, esperando a dispararle, con el agravante de que, cada vez, se nos aproximaba más. Le tuve apuntado a unos cien metros, pero como el corzo parecía tranquilo y venía hacia nosotros, decidí esperar. El aire venía firme pero, por alguna razón, el corzo nos barruntó y despistado primero, vino hacia nosotros y luego, ya claramente buscándonos y ladrando, comenzó a rodearnos y a a unos cincuenta metros, al asomar andando detrás de un pino, decidí tirarle. Yo creo que le vi tan muerto, que lo fallé limpiamente. 
     Tomás no daba crédito a lo que había pasado y yo, mejor ni contarlo. Era el mejor corzo al que había disparado nunca. Tomás me dijo que, al menos, tendría 140 puntos. ¡Que se le va a hacer!. Como penitencia me tocó volver a Soria dos veces más, yo solo y al final, irme bolo. 
     Fue un 26 de julio vde 2010. Pues bien, si este ha sido el último fallo, ahora intentaré recordar el primero. Al primer corzo que disparé le di. Fue el que cacé en Sevilleja y que ya relaté. El segundo también cayó, fue el de Soria de 1987. Pero, a partir de ahí comenzarían los fallos. 
      Al tercer corzo lo tiré en Inglaterra, fallándolo. No parecía malo. Luego cacé dos pequeños. Ese mismo año, 1991, fallé otro buen corzo en Burbia, en los Ancares Leoneses. Durante tres años estuve de socio en Arroyos, en Los Yébenes. Allí fallé otro par de corzos, bien es verdad que no eran grandes, porque al mayor que vi, ese sí bueno, no pude dispararle. En los Ancares fallé otro corzo en 1997, aunque, en honor a la verdad, estaba demasiado lejos. 
     En Segovia he fallado otro par de corzos, por los imponderables de la caza. El primero por tener puesto el seguro y no quitarle. Al dar el cerrojazo, el corzo salió de estampida y le largué una bala que no tuvo otra consecuencia que retumbar por aquellos barrancos. Tres años después, en 1998, fallé otro corzo, este si, bueno, sin saber el porqué, pues estaba tranquilo, cruzado y muy cerca. Días después, al limpiar el rifle, pude ver que se había roto la fijación del visor, aunque no se había desprendido ni se notaba, pero se movía al disparo.
     Después he fallado corzos en El Emperador, Vallesú y Guadapero, cuando iniciamos nuestra etapa salmantina, que ya relataré y finalmente en Soria, como he contado. Es posible que me haya dejado alguno que ahora no recuerdo, pero, en cualquier caso, los que he relatado suponen el treinta por ciento de los corzos a los que he disparado, que no es poco, cuando casi siempre estamos disparando a parado, aunque, a veces, demasiado lejos.
     Espero poder seguir fallando corzos muchos años todavía.

3 de abril de 2011

MIS COMPAÑEROS DE FATIGAS 2. JOSITO

     Continuo hoy con la presentación de otro de mis compañeros de fatigas, en pos de nuestro querido fantasma. Llega Josito.
     José López, Josito para algunos, aunque no para mí, que siempre le llamo Jose, pero al que, en estos relatos, he optado por citarle con el apelativo por el que le llamaban sus compañeros de caza, de Piedralaves y Casavieja, cuando yo le conocí. 
    Así le distingo de mi amigo José Lara, también compañero tras los corzos y al que siempre llamé Jose y ahora aun sigo haciéndolo. Así pues, como llegó mucho antes a mi vida que a mi posterior vida corcera, en la que conocí a Josito, siempre que hable de él le diré sólo Jose, mientras que mi amigo al que dedico este relato será siempre Josito.
     Pues bien, conocí a Josito a finales de los noventa, aunque no puedo precisar en que año, pero supongo que hacia 1998, o por ahí, pues, ya en 2000, cazábamos juntos en un coto de caza menor de Toledo al que él me llevó, Los Chorrancos, en Pelahustán. Nunca lo hemos hablado, pero yo creo que ya nos habíamos visto varias veces en esa década en algunas de las monterías sociales que daba la Real Asociación de Cazadores y Pescadores de Madrid, de la que ambos éramos socios, en fincas de los Montes de Toledo.
      Desde el año 1996, tras la creación del Coto Regional de Orzaduero y Colmenar, en Ávila, la Real accedió a algunas batidas de las sorteadas y ahí Josito se hizo asiduo y comenzamos a tratarnos. 
En 2002 con un corzo en Vallesú
    Tras Los Chorrancos pasé con él, junto con un grupo de cazadores del Tiétar, compañeros suyos, a Vallesú, en Robledo del Mazo, que es cuando ya iniciamos nuestro recorrido corcero juntos.
    Estuvimos tres temporadas en Vallesú y en el año 1995 formamos el Club Cinegético de Gredos, junto con parte de los socios de Vallesú y alguno más, como Ambrosio. Con este club concursamos al coto El Pinar, también de Robledo del Mazo, teniendo la suerte, o eso creíamos entonces, de que nos fuera adjudicado. 
    En El Pinar hemos convivido durante cinco años, contándonos nuestros lances, unas veces afortunados y otras descorazonadores, como el día en el que Josito, tras dos o tres años de localizar un gran venado en una zona áspera e intransitable, como sólo pueden serlo las solanas de los Montes de Toledo, le falló a corta distancia y parado en medio de una pedriza. Su frustración no soy capaz de reflejarla por escrito. Era un día de berrea de los que se dicen "de perros", por las condiciones de lluvia y frío que pasamos.
En 2004 de berrea en el Valle de Iruelas
     Continuamos con los corzos, que es el hilo argumental de este diario cinegético y en esa caza Josito es un experto. Como se cuida mucho y hace deporte, es capaz de subir, bajar, volver a subir, o desandar el camino, tantas veces como sea necesario y se pasa horas y horas en el monte buscando los rastros y a los corzos.
     Como su oficio principal, que no el único, le deja libre casi toda la temporada de primavera del corzo, su proceder para su caza se basa en ir todas las semanas al monte, por lo menos un día, para ir controlando los corzos, sus querencias y sus trofeos.
     Josito es selectivo, muy selectivo. De los cazadores que he conocido es sin duda el que más, tanto con los corzos como con los venados. Siempre terminaba cazando los mejores venados, o de los mejores, al final de la berrea, tras haber visto muchos y no haber disparado hasta encontrar uno digno de su disparo.
     Con los corzos era aún más exigente, si cabe, pues se pasaba la temporada viendo corzos y hasta finales de junio o primeros de julio no cazaba su corzo anual, que era el cupo que teníamos en El Pinar. Así pasaba. Quitando dos corzos excepcionales para la zona, cazados por otro de los socios, seguramente por casualidad o, lo que es peor, por un procedimiento de caza no demasiado legal, sus corzos siempre fueron los mayores.
En la Solana de El Pinar, arreglando una fuente
      A los amigos siempre nos ha dicho donde podíamos encontrar un corzo de los vistos por él, pero que para él no eran suficientemente buenos. Te decía en donde había un corzo completo, pero fino, o con luchaderas cortas, o demasiado junto o con cualquier otro defecto para él, por lo que no pensaba ir a cazarlo. Otra cosa era que fuésemos y les viésemos nosotros, pero, por lo menos, te lo había dicho.
    Tras El Pinar el ha continuado un año más con el Club, pues yo lo dejé al no poder soportar económicamente el precio de un nuevo coto al que licitamos, esta vez en Los Navalucillos y que también conseguimos que nos adjudicaran. Ha sido esta temporada pasada en la que no hemos tenido un coto juntos, pues si hemos cazado algún día. Estuve con él en Los Navalucillos un día de la berrea pasada, en donde cacé un venado y en su coto de Pelahustán varias veces, esperando a los jabalíes, aunque sin éxito todavía.
En Los Navalucillos con mi venado. Berrea 2010
     Acaba de abandonar el Club él también, pues parece ser que, aunque tiene muchos venados y ciervas, o quizá por eso, el nuevo coto lo que tiene son pocos corzos y los pocos que hay son pequeños, pues no les dan respiro y no crecen en edad y por lo tanto, en trofeo.
Por ello, no disparó en la pasada temporada sobre ninguno y no quiere volver a repetir la experiencia, máxime cuando el coste del coto es disparatado.
     Menos mal que en el coto de su pueblo, Piedralaves, se caza ya el corzo, que proviene de las repoblaciones realizadas a principio de los noventa en el Valle de Iruelas, que ya relaté en pasadas entradas de este diario y tuvo la suerte de que le tocara uno de los que tienen en el Plan Técnico, cazando un corzo bonito, que seguramente no será ya medalla, por la subida de las puntuaciones mínimas, pero que para él tiene que tener un sabor especial, pues es el primero que se ha cazado, legalmente al menos, en su pueblo, siendo él su cazador.
    Esta temporada, que acaba de comenzar el día 1 de abril, Josito no las tenía todas consigo a la hora de poder cazar un corzo, al no disponer ya un coto que los tenga y sin poder acceder a los de su pueblo, pues ha de esperar bastantes años hasta que le vuelva a llegar el turno, por lo que se ha dedicado a buscar corzos por Internet y ya consiguió uno, el de Las Navas del Marqués, que ya relaté y que aún no hemos ido a cazar.
     Seguimos buscando cotos por Segovia y estamos ala espera de un para de ellos, para ir a verlos y decidir luego si interesa el precio que piden. Ya veremos que nos ofrecen.
     En fin, concluyendo esta entrada, espero seguir cazando mucho tiempo con Josito, pues es de esas personas de las que encuentras pocas en la caza, nada ambicioso en cuanto al número de piezas o al cazador que las consiga, siempre que éste sea su amigo.