En efecto, a veces pienso que la serpiente de Eva no era sino una corza. No puede ser de otra manera, pues no hay animalito más listo que éste, por lo menos para todos aquellos a los que nos ha hecho, hace y hará madrugar, trasnochar y renegar de su búsqueda por montes y llanuras.
Treinta años pasan ya desde que, con mucha suerte, logré ver mis primeros corzos libres en el corazón de los Montes de Toledo. Desde ese día hasta hoy, los corzos me han acompañado en mi vida diaria, pero me sigue ilusionando ver un corzo o corza igual que si fuese ese primer día.
Tan asumido tienen en mi entorno que el corzo es el animal totemico de mi casa que, cuando dije que iba a escribir un blog, no tuve que decir sobre qué, ¿el corzo y que más?, se oyó a mi lado.
Tengo que agradecer aquí la paciencia que tiene conmigo, sobre todo mi mujer, pues cuando llega la primavera ya me ve haciendo planes, que pasan, invariablemente, por salir de casa temprano y volver uno o dos días después. Esto ocurrirá varias veces a lo largo de la primavera e incluso alguna en otoño.
Por este blog pasarán mis relatos de peripecias con los corzos desde ahora y volveré a recordar algunos de los ratos más amenos que he pasado tras ellos.
Espero que el lector que llegue hasta aquí encuentre un rincón en el que se sienta a gusto, aunque no se sienta representado él mismo.