EL CORZO Y SU SANTA MADRE

Página dedicada al corzo, su vida y avatares. También a narrar las satisfacciones que nos reporta a los que disfrutamos con la gestión de sus poblaciones, contemplando sus espantadas por el monte, o intentando darle caza de vez en cuando.

27 de marzo de 2011

MI PRIMER TROFEO

      Ya conté en un relato anterior cuando cacé mi primer corzo. Tras ese día de 1984, que nunca se me olvidará, ni en sus detalles más nimios, aunque hubo algún intento de cazar un corzo, lo cierto es que tuve que conformarme con seguirlos por los Montes de Toledo para intentar hacerles alguna foto o, simplemente verlos, lo que conseguí ya bastantes veces en Montes de Mora a lo largo de esos años.
     Recuerdo especialmente un corzo que si le íbamos a buscar, siempre veíamos. Digo veíamos, pues era preciso moverle para verle y por ello, teníamos que ir dos. Se encamaba en la cabecera del Barranco de Gil-García y la forma más fácil de llegar hasta sus inmediaciones era dando la vuelta con el coche por la raya de El Manojar y al llegar a la linde de El Gavilán, dejando el coche, bajar andando hasta el tiradero de Gil-García. 
      Allí se quedaba el que quería ver el corzo y el otro se metía por el monte hasta alcanzar unas grandes madroñeras llenas de encames, tanto de ciervas como de este corzo, desde donde se levantaba ladrando, con un ronquido grave que seguía lanzando a los cuatro vientos hasta que se perdía hacia el Cerro Pérez. Se le veía ya mayor y su trofeo no era bueno, aunque si era completo, pues tenía sus seis puntas.
      El que ojeaba a veces tenía suerte y le veía, pero el que si le veía bien, era el que se quedaba apostado en el tiradero. Solíamos subir Ambrosio y yo, o yo con algún otro. Recuerdo, como si fuera hoy, que fue lo último que hice, a finales de septiembre de 1986, antes de volver a Madrid para examinarme del examen con el que terminaría  mi oposición. Quería llevarme un buen recuerdo para los días que me esperaban.
     Pues aprobé y me tocó viajar a Castilla y León y aunque vine a una provincia en la que el corzo, por aquel entonces, sólo estaba presente en la zona de Peguerinos, mis amigos tuvieron mejor suerte, corcera se entiende y fueron a provincias con gran tradición de corzos, especialmente Jose, Lara, que fue a Soria.
     Habíamos enviado ese año nuestra solicitud, como en los años anteriores, a los sorteos de las reservas y cotos sociales de caza. Tuve suerte y me tocó ir a Alcarama, Coto Social de Caza de la provincia de Soria, que años más tarde se integraría en la actual Reserva Regional de Caza de Urbión. Los sorteos eran entonces por cotos por lo que, cuando me llegó una carta de Soria supe, antes de abrirla, que era un corzo en Alcarama lo que me había tocado, pues sólo echaba a corzos.
     Y llegué a Soria el 27 de junio de 1987, en plenos Sanjuanes, por lo que, aunque intentamos dormir algo, al tener Jose su casa muy céntrica, fue imposible. 
Tras el lance. Jaime es el segundo por la derecha
     La tarde anterior fuimos hasta San Pedro Manrique para conocer a los celadores que nos acompañarían y probar el rifle. Allí conocí al celador a cuyo cargo estaba Alcarama, el amigo Jaime, al que luego he ido viendo de vez en cuando y siempre me dice que se acuerda de cuando cacé el corzo y en donde. Yo creo que lo hace por quedar bien, pues con la cantidad de corzos que debe de haber cazado desde entonces, o tiene un memorión o es imposible.
      Prácticamente sin dormir partimos a la mañana siguiente, Jose y el que suscribe, de nuevo hacia San Pedro Manrique. Llegamos de noche, como no podía ser de otra manera y emprendimos la marcha, en Land Rover, hacia el Noreste del pueblo, por  muy buenas pistas, internándonos por unos barrancos repoblados por pinos.
      En algún momento del recorrido parábamos y mirábamos las escasas praderas que se divisaban, pues los pinares eran jóvenes y muy densos y escasamente se veían las terrazas sobre los que se habían implantado los árboles. Luego continuábamos otro rato. Vimos un venado y una o dos corzas, pero muy lejanos, al otro lado del barranco en el que estábamos, fuera de tiro.
      En una de esas paradas oímos ladrar a un corzo más adelante y por debajo del camino. Se quedaron Jose y los otros dos celadores que nos acompañaban, en el coche y Jaime y yo iniciamos el rececho, primero camino adelante hasta llegar a la altura del corzo y luego ya entre el monte hasta alcanzar unas piedras desde las que empezamos a buscarle.
      Le descubrió Jaime al borde de una praderilla que no habíamos visto, por quedar tapada desde el camino y me dijo que me preparara. Colocamos la mochila, sobre unas matas de enebro rastrero y tumbado, encaré el rifle buscando al corzo. 
El corzo abatido. Al fondo los barrancos
      Como estaba cerca, a unos cincuenta metros, como mucho, nos debió de oir e inició  la entrada hacia el monte, por lo que le tiré rápido  a la parte trasera, alcanzándole. Se metió al monte y le perdimos, pero Jaime me dijo que no me preocupara, que estaba bien alcanzado y le cogeríamos enseguida.
      Así fue, Jaime se metió por el monte y allí mismo estaba, vivo, pero con un tiro que le había alcanzado la columna a la altura de los riñones y no podía escaparse. 
      Sin aviarle le subimos hasta el camino, donde ya estaban los demás y le hicimos las fotos pertinentes. Le aviaron entonces, enterrando los restos, para que no dieran con ellos los zorros, según me dijeron y cargándole en el coche, volvimos a San Pedro, en donde liquidamos el permiso y de allí a Soria y con las mismas, carretera y manta para Ávila.
El corzo naturalizado
      Era un corzo bonito, grueso y alto, completo y dio 115 puntos CIC, plata  entonces.  Sobre ese trofeo me montaron años después una piel y así le tengo en el salón de mi casa, siendo el único trofeo naturalizado que tengo. 
      En fin, mi segundo corzo fue medalla, pero después no he conseguido ninguno más, aunque es cierto que el pasado año tiré a uno bastante mayor, también en Soria, pero no le di. Tuve que volver a Soria, después de veinticuatro años, para poder tener la oportunidad de cazar un buen trofeo de corzo.  Habrá que repetir.

21 de marzo de 2011

DE CAZA POR LA RED

            Todos los años ocurre lo mismo. Termina la temporada general y algunos, cada vez más seguramente, ya empezamos a preguntar, bucear y trastear por Internet, a la búsqueda del corzo anual.
           Este año no podía ser distinto. Sin embargo la búsqueda, que siempre me había correspondido a mí,  se ha incrementado con la que realiza Jose por su lado. Tampoco tiene coto con corzos, pues ha dejado lo de Los Navalucillos y no puede evitar, como buen corcero que es, la sensación de vacío que deja el no estar pensando por donde entrarle al amigo tragabalas el día uno de abril.
           Por lo tanto, hemos comenzado el buceo por las páginas de Internet y nos vamos comentando los resultados. Ofertas hay muchas, pero al no conocer por donde nos movemos, andamos dando palos de ciego y cuando encontramos algo que parece interesante, llamamos y ya está vendido.
            Hemos ido a Las Navas del Marqués, hace un par de semanas, al encontrar Jose un anuncio que parecía hecho para nosotros. Quedamos con el vendedor y nos ofrecía dos corzos, pues un tercero ya lo había vendido. Fuimos a la finca, muy cerca del pueblo, vimos el terreno y nos situamos en dónde estábamos. Por supuesto que no pretendíamos ver corzos, pues hemos ido pasado el mediodía y no los hemos visto.
             La finca tiene la ventaja de su buena ubicación, colindante con Peguerinos, coto del que ya conocemos su bondad en corzos. Sin embargo, la cobertura vegetal son sólo piornos, pues no hay un árbol y yo diría que la mitad de su superficie, por lo menos, son praderas o zonas desbrozadas. Es decir, la finca tendrá comida, pero no demasiado abrigo. Si a ello añadimos que vimos una inmensidad de ganado, sospecho que cazar un corzo allí va a ser complicado.
             Jose, como buen principiante en esto de buscar corzos en zonas desconocidas, cayó enseguida en los brazos del vendedor y apalabró el corzo. Yo, quizá con el colmillo más retorcido por años de desengaños, ponderé lo que ofrecían, que para mí únicamente era la palabra del vendedor, con lo que pedían, seiscientos euros por un fin de semana de caza, únicamente y decidí no aceptar. espero no arrepentirme.
             El diálogo, fue más o menos así:
             - Si tenemos que venir contigo, supongo que si cazamos el corzo te pagamos y ya está. Será a corzo muerto.
            - No, no es a corzo muerto. Vosotros me pagáis el corzo, venimos y seguro que lo cazamos. Ya tengo controlado alguno.
             Me respondió sin inmutarse.
             - Francisco, que la única garantía que tenemos es tu palabra.
             - Seguro que cazamos el corzo el fin de semana.
             - ¿Y si no lo cazamos porque no vemos ninguno?. Podremos venir otros días, ¿no?, siempre que no tiremos...
             - Hombre, si no viéramos ninguno, os invitaría otro día.
             - Y si no vemos o no tiramos, perdemos el dinero.
             - Esas son las condiciones.
             A lo que le respondí, sin necesidad de pensarlo siquiera.
             - A mí así no me interesa.
             Si puedo decir que algo en el vendedor no me gustó, aunque en ese momento no supe decir el qué. Cuando me dijo que nosotros pagábamos por un fin de semana, por supuesto con él, lo que decía mucho en su favor, pero que si no cazábamos podríamos volver otro día, como mucho y porque nos invitaría él, siendo esa toda su garantía, me eché para atrás.
No entraba en mi cabeza que si por un casual, como muchas veces ocurre con la caza del corzo, el fin de semana elegido no me se movían y no veíamos ninguno, o veíamos alguno pequeño o no tirable, tuviésemos, encima, que agradecerle al señor, que nos invitase otro día, supongo que cuando él quisiera.
              Así quedó todo. Jose se lo fue pensando y antes de llegar de vuelta al pueblo le dijo que él si aceptaba y fijaron ya el fin de semana, a expensas de que hiciera bueno, pues con tan poco tiempo no era cuestión de elegir mal. También le dejó una señal.
              El lunes, al volver al trabajo, me fui derecho a preguntar por el coto en cuestión y ¡oh sorpresa!, nos estaban vendiendo lo que no tenían. la finca tenía la mitad de la superficie que nos dijo y tenía un precinto de corzo. Teniendo en cuenta que, según él, ya había vendido un corzo, a nosotros nos vendía humo.
              Nos mintió no sólo en los precintos o la finca, sino también nos dijo desconocer a una persona, conocida nuestra, de la que sabíamos que había tenido un coto por esta zona y que resultó ser el anterior arrendatario. Sin embargo, dijo no saber quien era. Es curioso que nos pretendiese engañar, cuando a nosotros, realmente, nos daba lo mismo. De esto me enteré también el lunes. Una pena no haberlo sabido antes, pues seguro que Jose no le hubiese apalabrado el corzo.
             Antes de llamarle yo, ya me llamó Jose. Había estado pensando en lo que pasó ese día. Cuando le conté lo que yo había averiguado, se dio cuenta de que se había, quizá, precipitado. Pero como ya ha dado la señal, iremos a ver que es lo que pasa. Supongo que dará para otros relato largo.
             Continuamos buscando y he encontrado algunos más pero, de momento, se salen de precio. Igual cuando vaya llegando el primero de abril bajan algo. Esperaremos un poco más.
En cualquier caso, a pesar de todos los avatares y las pequeñas desilusiones que nos vamos llevando navegando por la Red, hay que decir que este "rececho" es muy entretenido, tanto como los de los corzos de verdad y te proporciona tantas satisfacciones como el otro, pocas. Pero intensas, sobre todo si encuentras un mirlo blanco, algo que todavía no hemos pillado, aunque no perdemos la esperanza.
             Ya contaré en abril o por ahí como nos ha ido.

11 de marzo de 2011

LA REINTRODUCCIÓN DEL CORZO AL SUR DE ÁVILA

          En el año 1987 comencé mi carrera profesional en Ávila. Tras un par de años conociendo la provincia y su fauna me di cuenta de que tenía la posibilidad de realizar una experiencia con la que siempre había soñado, la gestión de poblaciones cinegéticas, gestión que, en este caso sería completa, pues comenzaría con la reintroducción de esas especies en sus antiguos hábitats. 
          Tuve la inmensa suerte de poder hacerme cargo de un monte que después me permitiría realizar mis sueños, el Valle de Iruelas.  
          El Valle de Iruelas es un espacio de singular valor, tanto faunístico, como florístico, situado en la vertiente norte del denominado Macizo Oriental de la Sierra Gredos. Su superficie es de 5.575 hectáreas, que se reparten entre los términos municipales de El Barraco y Navaluenga. Este monte, único en esta provincia, sería declarado, años después, Reserva Natural por la Junta de Castilla y León, por albergar, en los años noventa, la segunda mayor colonia de buitre negro de España. 
Plano de situación del Valle de Iruelas
         La fisiografía del terreno es abrupta. Su cota máxima, 1.950 m. (Cerro de la Escusa) se encuentra en la divisoria de aguas de los valles del Tiétar y Alberche, que constituye el límite Sur del monte. Desde ella se suceden laderas de pendiente acusada hasta su cota inferior, 726 m, en el Embalse del Burguillo, que delimita el monte por el Norte.
La vegetación arbórea cubre el 75% de su superficie.
Predominan las coníferas, siendo el pino negral, el más representado, seguido del P. sylvestris, pino de Valsaín. Mezclado con los dos anteriores aparece el Pinus nigra, laricio o cascalvo. Entre los tres ocupan el 60% ede la superficie arbolada.Tras ellos aparecen el roble, o rebollo, el más abundante entre las frondosas, el castaño,  el aliso, que forma bosques de galería muy bien conservados y el fresno, distribuido profusamente por todo el monte. La encina, aparece en las zonas más bajas acompañada por el enebro. También viven el tejo, del que existen ejemplares muy longevos y el acebo. Hay algunos pequeños pastizales de alta montaña, y las zonas situadas por encima de la vegetación arbórea sustentan una denso matorral de piorno serrano y cambriones.
Vista hacia el Pantano del Burguillo
Cerro de La Escusa y Garganta de Iruelas
               Las especies más importantes de fauna presentes en el Valle son las aves, con el buitre negro a la cabeza, formando una colonia que fluctúa en torno a las ochenta parejas en la
actualidad. También viven especies emblemáticas como el águila imperial ibérica y el águila real y otras rapaces, diurnas y nocturnas, tales como águila calzada, águila culebrera, halcón abejero, las tres visitantes estivales, azor, gavilán, cernícalo vulgar, ratonero común, buho real, cárabo, autillo, mochuelo, así como infinidad de otras aves protegidas.
         Cuando conocí el Valle ya me imaginé lo que se podría hacer en ese espacio virgen de fauna cinegética, pues sólo había jabalí, pero con unas condicones óptimas para el desarrollo de florecientes poblaciones de cérvidos. Así pues, en el año 1990 nos pusimos en marcha. Siempre hablaré en este y otros artícuilos que vengan, de reintroducción, pues de eso se ha tratado, de volver a ltraer a este monte una especie que lo pobló al menos hata finales del siglo XIX. En efecto, en la  Primera Ordenación Forestal del monte, realizada en 1886 se citan los corzos y las cabras monteses, como  presentes en el Valle en esos días. Después de esa cita se desconoce cuando pudo desaparecer, aunque tras la guerra civil ya no existía, pues no se recoge en las sucesivas revisones de la Ordenación Forestal.
Roble del interior del cercado
        La reintroducción del corzo comenzó con la construcción de un cercado de aclimatación, de ochenta y siete hectáreas de superficie, en la zona conocida por El Escaramujal. El cercado dispone en su interior de agua, abundante durante todo el año, y comida, pues la vegetación existente es muy variada, con pinos, rebollos, que proporcionan abundante bellota y ramón, fresnos, escaramujos, tan apetecibles para los corzos, y zarzas. También existen en el interior del cercado tres pequeñas praderas que se han ido sembrando desde aquel momento hasta el presente.       
Otra vista desde el cercad
El 18 de octubre de 1990 dimos suelta a media docena de corzos, a la que siguieron otros doce a los pocos meses, soltando un total de veintidós corzos hasta el año 1994. De esos, diez eran machos y doce hembras.
La población de corzos en el cercado fue seguida, desde su suelta en el mismo, por el autor de este artículo con la ayuda de la guardería forestal del monte, Cándido Martín al principio y hasta el presente y Marcelino Herrero, que llegó después al valle y continúa también aquí. De esa manera se pudieron determinar las parejas que admitía el cercado, así como el crecimiento anual de la población. La población máxima que admitía el cercado era de cuatro a cinco machos territoriales, con una o dos hembras cada uno, lo que permitía unas extracciones anuales de unos doce animales.
Comedero para corzos del cercado
Así pues, en 1994 se iniciaron las extracciones soltándose nueve animales, tres crías hembra, tres machos adultos y tres crías macho. En 1995 fueron capturados, esta vez con redes, siete animales más, con destino al nuevo cercado del monte El Colmenar, que se haría en 1995 y comentaré en otro artículo. Se enviaron cuatro machos y tres hembras, todos ellos adultos.
Tras esta segunda extracción de corzos, con el traslado del autor a otros montes de la provincia de Ávila, no se produjo ninguna más, si bien, la guardería forestal del monte, con buen criterio, ha permitido escapar algunos animales al exterior del cercado, para evitar superpoblaciones. Aunque esa suelta se haya hecho indiscriminadamente, gracias a ella el cercado ha persistido hasta el momento actual. Desde el año 1996 hasta el año 2003, se soltaron al exterior del cercado no menos de cuarenta animales, si bien no es posible saber a ciencia cierto su sexo y edad, pues no se han capturado sino que han salido por las aberturas dejadas en la malla y lo único que se ha ido conociendo era la población que iba quedando, nunca la que había salido al exterior.
Marcaje y toma de muestras de sangre antes de la suelta
En 2003 se retoma la gestión del cercado, realizándose trabajos de  desbroces de la vegetación, para abrir zonas que se habían cerrado excesivamente y se mejora la malla perimetral, muy dañada por el paso de los años, cerrando los portillos existentes.
Suelta de los corzos en el cercado
Tras un primer censo de los corzos presentes, se pudo observar que quedaban tres machos adultos y seis hembras, además de siete crías. Además, por los años que había pasado el cerramiento sin mantenimiento, penetraron en el cercado varios ciervos y ciervas, que, en esos momentos, llegaron a ser hasta veinticuatro animales, muchos más que corzos. Su presencia en el cercado impide cualquier tipo de gestión con los corzos, pues no sólo no puede suministrárseles alimento suplementario, que es comido antes por los ciervos, sino que interfieren en las capturas periódicas para el marcaje de los corzos.
Redes tendidas para la captura
Por ello, desde ese año hasta el momento, se han venido capturando los ciervos, siendo soltados fuera del cercado. Con los ciervos siempre salen del cercado algunos corzos, al derribar aquellos el cerramiento, al lanzarse contra él, cuando son ojeados hacia las redes.
Debido a esa pérdida de corzos, no se han podido hacer capturas de corzos para su suelta al exterior los tres años siguientes, si bien ya en 2007 se han dejado salir fuera nueve corzos, dos machos y siete hembras, todos crías de esos años, con el fin de reducir la población para hacer nuevos trabajos en el cercado. Así, ese año se procedió a una renovación del cercado, dividiéndole en dos más pequeños, para facilitar la gestión y sobretodo, las capturas.
En la actualidad el cercado se sigue gestionando por los técnicos de la sección Territorial Tercera, del Servicio Territorial de Medio Ambiente de Ávila, con la inestimable ayuda de los agentes medioambientales del monte.
Las poblaciones del corzo del Valle, fuera del cercado, han ido creciendo poco a poco, comenzándose a cazar en el año 2005, en el que se abate un corzo medalla de bronce. En los años siguientes se han ido cazando uno o dos ejemplares anuales, si bien ninguno ha alcanzado una puntuación suficiente para ser medallable. 


5 de marzo de 2011

EL DOBLETE

En 1995, después de participar bastantes años en los sorteos de caza a rececho, en reservas nacionales y cotos sociales de Castilla y León, tuve la suerte de ser agraciado con un permiso.
No me costó demasiado elegir. Quería un corzo, por supuesto y respecto de la reserva en la que cazar, también estaba  claro, en donde seguro que me acogerían fenomenalmente, Riaño.
Podría haber optado por un permiso en Urbión o en la Sierra de la Demanda, con corzos de mejor calidad, pero volver a Riaño, tan espectacular en sus paisajes y con tanta calidad en su personal técnico y de guardería, era más atractivo que laposible calidad del corzo a cazar.
Así pues, un 17 de junio de 1995 partíamos Ambrosio y yo desde Ávila, a donde vino a recogerme, con dirección a Llánaves de la Reina, al hotel del buen amigo Nicolás.
Quedamos con Juan Carlos y César en Riaño y desde allí fuimos hasta Valdeón a ver a los celadores que nos iban a acompañar en la caza, Felipe y Javier. Javier vivía en Llánaves y le veríamos esa noche al ir a dormir al hotel.
Llegamos a media tarde a Valdeón y fuimos directos a ver a Felipe. Nos propuso dar una vuelta hasta anochecer para ver si encontrábamos algún corzo de los que tenían controlados, hasta catorce distintos, tirables, en ese cuartel, que era el suyo. El celo, además, estaba en su mejor momento. Toda esta información me dio aún más ánimos, ánimos que no necesitaba, pues el solo hecho de estar ahí, con la gente que estaba, era suficiente para mí. 
                  Felipe con los dos corzos en el prado
Ya entre dos luces, estábamos apostados cerca de la carretera que baja desde el Puerto del Pontón hasta Valdeón, vigilando unos prados muy querenciosos según Felipe. Oímos ladrar un corzo dentro del bosque, al otro extremo de los prados. Felipe indicó que sería el corzo que tenía allí controlado y que debíamos ir as buscarle al bosque pues se nos iba a echar encima la noche.
Se quedaron todos en la carretera, menos Felipe y yo, que avanzamos por el prado hasta el borde. Desde allí vimos, a unos ciento cincuenta metros, en otro prado, un corzo bastante malo, largo, pero delgado, sin luchaderas y con las puntas posteriores de uno o dos centímetros. Si a eso añadimos su aspecto desmejorado, los síntomas de vejez eran evidentes. Era también el prototipo de corzo asesino, con cuernas largas y sin luchaderas.
Felipe me dijo: 
-¡Tírale!.
A lo que le respondí:
-Hombre Felipe, para una vez que me toca un permiso, ¡cómo voy a tirar a ese corzo!
El trofeo que buscábamos
- Este es selectivo y no cuenta. Me dijo él.
Aclarado el tema, disparé al corzo, con tan buena suerte que cayó redondo.
Nos fuimos deprisa a por él, pues prácticamente ya era de noche.
Llegando al corzo, oímos ladrar a otro, que venía corriendo hacia nosotros.Enseguida veríamos que venía corriendo, pero no hacia nosotros.
Los dos, con los prismáticos, escudriñábamos en la oscuridad, intentando ver el corzo, hasta que Felipe me dice:
- ¡Es el que tengo visto, dispárale!
Y a menos de cincuenta metros, ladrando al corzo muerto, al que parece ser que seguía, maté mi segundo corzo esa tarde.
Todo ocurrió en menos tiempo del que se tarda en leerlo, por eso, aunque realmente no fue un doblete lo que hice, siempre lo he llamado así, pues no creo que trancurrieran cinco minutos entre uno y otro disparo.
Volvimos con los demás y ¡oh sorpresa!, se encontraron con dos corzos en lugar de uno.
Al día siguiente anduvimos por la montaña. El trabajo estaba hecho.




A la izquierda los dos corzos con el autor en la casa de Felipe