EL CORZO Y SU SANTA MADRE

Página dedicada al corzo, su vida y avatares. También a narrar las satisfacciones que nos reporta a los que disfrutamos con la gestión de sus poblaciones, contemplando sus espantadas por el monte, o intentando darle caza de vez en cuando.

26 de abril de 2011

LOS CORZOS SALMANTINOS

     En el año 2003 una feliz circunstancia hizo que, a partir de ese año y hasta el presente, aunque no todos los años, hayamos ido a cazar corzos al Suroeste de Salamanca, más concretamente en el entorno de Ciudad Rodrigo. Allí hemos encontrado nuevos amigos y descubierto una zona muy abundante en corzos, que puede llegar a deparar sorpresas tan especiales como el encuentro, tras cualquier mata, de un corzo negro.
     La cosa comenzó inesperadamente, lo que es una buena forma de comenzar, pues la sorpresa que te supone encontrar corzos sin haberlos buscado, si bien no es tan satisfactoria como cuando buscas, rebuscas y finalmente encuentras, se ve compensada por llegar a un sitio del todo nuevo y al que no te esperabas acudir.
     Así, en el mes de marzo de ese año recibí una llamada de Antonio Núñez que, habiendo aprobado la oposición de celador de medio ambiente, había sido destinado el año anterior a la Reserva Regional de Las Batuecas, en Salamanca. Su cuartel de caza era Monsagro y allí había conocido y trabado amistad con un joven de ese pueblo, excepcional aficionado a la caza, especialmente del jabalí, de nombre Iñaqui.
     Iñaqui, que, con su mujer Mari Jose, regenta un pequeño hotel rural en esa localidad, le habló a Antonio de la posibilidad de vender un par de corzos de un pueblo vecino, preguntándole si conocía alguien que pudiera estar interesado.
      Antonio se acordó de mí y me llamó. Ahí empezó nuestra etapa salmantina. Digo nuestra etapa pues, desde el primer momento ya conté con Ambrosio para hacer el viaje juntos, aunque en ese primer año, como casi siempre, el acabó pronto y yo estuve yendo varias veces hasta que tuve la suerte de abatir mi primer corzo en esa zona.
     Aparecimos por Monsagro a mediados de abril, alojándonos en casa de Iñaqui. Desde allí salíamos a cazar a Guadapero, anejo de Serradilla del Arroyo, en donde teníamos los dos permisos. La distancia no era mucha. El terreno era parecido al de los Montes de Toledo, con sierras alineadas de Este a Oeste, repobladas con pinos excepto en las zonas de pedrizas, tan abundantes como en nuestra tierra. Las zonas no repobladas estaban pobladas por encinas en forma de monte bajo en las solanas y abundante matorral de brezo en las unbrías y entre las repoblaciones más jóvenes.
Ambrosio y su primer corzo de Salamanca, conmigo.
     La primera mañana ya cazó Ambrosio su corzo, cuya foto es la primera que aparece en este relato. Un corzo bonito. Yo después estuve yendo varias veces hasta que cacé mi corzo,  lo que hice el 18 de julio, pero del que no conservo foto pues lo cobró Iñaqui a los dos o tres días.
     Los hechos ocurrieron de la siguiente manera:
 Después de varios viajes a Monsagro no conseguía tener un corzo representativo a tiro, a pesar de que cada vez me conformaba con menos, como suelo ocurrir en estos casos. Ese día ya volvíamos a casa de la salida matinal cuando vimos dos corzos en unas terrazas a media ladera en uno de los cerros. Echamos los prismáticos y vemos que es un corzo muy aceptable, máxime a esas alturas de la temporada, que ya casi me anunciaba que tendría que volver para el otoño.
     El caso es que nos pareció aceptable y hacia él nos dirigimos, tras dejar el coche en un bajo, llegando a unos doscientos metros de la pareja. No podíamos avanzar más y para más complicación los corzos se espantaron subiendo más por la ladera. Les silbamos y se pararon a no menos de trescientos metros, según Iñaqui, que llevaba mi telémetro, pues yo bastante hacía con intentar no perderlos por el visor, apoyando el rifle en el trípode. Al pararse cruzados Iñaqui me animó a tirar y allí fue la bala, sintiendo claramente el golpe en la carne, pues la distancia a la que estaban permitía oirlo tras el estampido.
     Enganchado estaba, aunque no sabíamos donde y para que nos reafirmáramos en ello, el corzo comenzó a descender cortando las terrazas, parándose a unos doscientos metros, mientras que la corza había seguido huyendo hacia arriba. Se paró el corzo en una terraza, pero no le veíamos desde abajo, por lo que, en contra de lo que indican las más elementales normas cinegéticas cuando se deja herido a un animal, en lugar de esperar fumando un cigarro, pues entonces yo aún fumaba, pensamos que lo mejor sería ir a buscar al corzo, pensando en que su herida sería mayor de lo que luego resultaría.
     El segundo error fue que Iñaqui subió y yo me quedé esperando, para poder dirigirle hacia el sitio en donde le vimos la última vez. Y todavía quedaba un tercer error, más craso aún. Iñaqui se fue sin arma, pensando en que si se movía yo le vería y podría dispararle, pues seguro que correría hacia abajo, como así ocurrió.
     El corzo dejó llegar a Iñaqui hasta menos de cinco metros. Temblaba y seguro que si le hubiésemos dejado echarse, le hubiéramos cobrado, pero... El caso es que no pudo echarle mano, corrió hacia abajo y yo no le vi. Luego comprobamos que el matorrral y los pinos eran más altos de lo que pensábamos en en el sopié del cerro, por donde, lógicamnte, huyó.
     Fuimos a Monsagro a por Charly, el perro de rastro de Iñaqui y volvimos a la zona. Charly cogió el rastro y salió una terraza hacia delante, a no más de cincuenta metros de donde yo había estado puesto esperando su bajada y continuó por ella hasta llegar a una de las alambreras que delimitaban las propiedades, a unos quinientos metros de donde estábamos. Viendo que el rastro se alejaba y que no estaba claro que lo pudiésemos cobrar, pues habían encontrado una cama con bastante sangre, lo que indicaba que estaba bien tocado, decidimos, ahora si, dejar la búsqueda hasta que el animal se enfriase.
     Como yo me tenía que volver, pues creo que tenía guardia de incendios al día siguiente, Iñaqui se quedó encargado de intentar el cobro. Pasaron dos o tres días y finalmente, Iñaqui me llamó comunicándome que había encontrado el corzo, por el olor y los buitres y sólo a unos veinte o trienta metros de donde dejaron el rastro en la alambrera. Estaba metido contra un brezo y según olía debía de llevar muerto casi desde el día del disparo, aunque en pleno mes de julio poco tiempo necesita la carne para corromperse. En fin, nos quedamos sin carne por no seguir las reglas y el pobre Iñaqui tuvo que cortarle la cabeza casi con mascarilla.
Ambrosio con Iñaqui y su  corzo 
     Al año siguiente volvimos a Guadapero y de nuevo Ambrosio cazó el primero, un buen corzo para la zona, al que yo no quise tirar la tarde anterior, por no cazar el primer día y acabar tan pronto la temporada. A los dos días cacé yo mi corzo, pequeño aunque con seis puntas, que me proporcionó un bonito lance y al que tiré por ese motivo, reconociendo que me pareció mayor de lo que realmente fue luego, pero eso ocurre a menudo con los corzos, especialmente si los ves de frente o por detrás. Localicé por sus ladridos a dos corzos que se perseguían por el borde de un pinar,como si estuvieran en celo, a pesar de ser el día 18 de abril. Al final pude fijar al mayor y le disparé, muy lejos, al borde del pinar en el que se iba a meter.
Con Iñaqui y Ambrosio y mi primer corzo de 2004
    Tuve suerte ese año pues al final acabé cazando un corzo de Ambrosio, a finales del mes de julio, pues se había quedado con dos precintos más y sólo pudo cazar uno. Yo me lo encontré, pues antes que perderlo me invitó a ir con él y el primero que cazase ponía el precinto. Cacé un corzo, también pequeño, del que tampoco conservo foto, no se el porqué.
     Pero quien si pudo rizar el rizo fue Ambrosio, pues tuvo la suerte de ver un corzo negro, bien es verdad que lejos, según Iñaqui, que iba con él  y aunque le disparó, por más que buscamos luego, no encontramos rastro alguno. No era grande, como no lo es ningún corzo melánico, pero hubiese sido un exito total. Después no hemos vuelto a ver ninguno más en nuestras excursiones por la zona.
     Volvimos a Monsagro en 2005. Esa vez no conseguimos los precintos de Guadapero, pero Iñaqui disponía de uno de su coto de Porteros y allí fuimos. Tuve mucha suerte y el corzo fue para mí. El 16 de julio Iñaqui me dejó puesto al lado de unos huertos y él se fue con Ambrosio a recechar por otra zona del coto. 
Iñaqui y Ambrosio con mi corzo de Porteros.
     Después de esperar bastante y de que me entrara un furtivo, pues eso era una persona que me cruzó a unos 100 metros con la escopeta en la mano, sin cortase para nada, oí ladrar un corzo en la ladera que tenía a mi espalda, en donde había un cercado con una repoblación de pinos. Me volví y vi un corzo que entraba por debajo de la alambrera a la repoblación, parándose entre las terrazas. A pesar de la distancia, habiéndo ya terminado la mañana, decidí dispararle y volví a oir el flop de la bala al alcanzar el cuerpo del animal. Cuando subí a buscarle ya estaba muerto. 
     En 2006, de nuevo sin precintos de Guadapero, que ya no hemos vuelto a tener, Iñaqui consiguió tres de El Cabaco, ya más alejado de su casa y en el que no conseguimos abatir ningún corzo, a pesar de haber ido en dos o tres ocasiones. También intentamos el corzo de Porteros y Juan Carlos, que se vino con nosotros un fin de semana, llegó a disparar a uno, pero en malas condiciones y no se hizo con él. 
     Al año siguiente fuimos a Robleda, también en la zona de Ciudad Rodrigo, por un contacto de Ambrosio. Sólo estuvimos un fin de semana, viniéndose con nosotros Jose. Tampoco vimos nada ninguno de los tres y yo no volví. Ambrosio aún fue un par de veces, pero volvió "bolo" también. 
     Hemos seguido manteniendo la conexión con Iñaqui, que ha venido un par de veces a cazar con nosotros a Piedrescrita y hemos vuelto en 2009 a cazar con él. esta vez Ambrosio se había quedado en subasta con el coto Cabezagorda, en Serradilla del Arroyo que, además de tres monterías, disponía de cinco precintos de corzo. Pero claro, una cosa son los precintos y otra los corzos y apesar de que en el mes de febrero anterior, en el que fuimosa conocer el coto, vimos varios corzos y corzas, lo que nos hacía prever que no sería muy diufícil su caza, a la hora de la verdad, la cosa estuvo tan cruda que en un fin de semana, con cuatro personas recechando, Jose, Ambrosio, Juan Carlos y yo, no conseguimos ni un sólo corzo. Esto decidió a Ambrosio a dejar el coto, cosa que hizo antes de acabar la temporada del corzo. 
Iñaqui con el corzo de Cabezagorda
     Yo tuve mucha suerte, pues ya había cazado mi corzo al comienzo de la temporada, el 14 de abril, con un tiro lejano y con mucha suerte, pues le di en el cuello. 
     En este coto tenía Iñaqui localizado un corzo negro, en la zona en la que yo cacé el corzo, llamada Los Valles, pero no fuimos capaces de dar con él.
     No hemos vuelto por Monsagro el pasado año y este supongo que tampoco, pues Iñaqui no ha conseguido precintos con garantías. Habrá que esperar a que se produzca la sorpresa, como ocurrió con la primera vez en la que fuimos para allá.

1 comentario:

  1. Qué buen artículo!! Los corzos siempre serán una buena pieza para cazar durante todo el año, siempre estarán ahí!! Si os interesa mucho el mundo de la caza y demás podéis meteros en está página con mucha información, noticias, vídeos, regalos...muy interesante!! www.facebook.com/cazaworld

    ResponderEliminar