EL CORZO Y SU SANTA MADRE

Página dedicada al corzo, su vida y avatares. También a narrar las satisfacciones que nos reporta a los que disfrutamos con la gestión de sus poblaciones, contemplando sus espantadas por el monte, o intentando darle caza de vez en cuando.

19 de junio de 2011

FINALMENTE ÁVILA

     Tenía que ser un día u otro y finalmente, tras veinticuatro años en esta provincia, he conseguido cazar mi primer corzo aquí. Tardó en llegar, pero se quedará en mis recuerdos para siempre. Al fin al cabo he conseguido cerrar el círculo, como ya decía en otra entrada de este blog sobre mis andanzas corceras.
    En efecto, desde 1987 hasta hoy ha pasado un largo periodo de tiempo, que he ido llenando con excursiones cinegético-corceras a otros lugares, como he ido refiriendo y continuaré haciendo. Mientras se han ido produciendo varios hechos muy significativos que citaré de corrido, por haber sido objeto de otras entradas del blog: Año 1990, en  el que soltamos el primer ejemplar de corzo en el Valle de Iruelas, año 1995, cuando hicimos lo mismo en El Colmenar, el año 199 , en el que se cazó el primer corzo en Iruelas y el año 2005, en el que comenzó a cazarse el corzo en El Colmenar. Finalmente, la generalización de los cotos con corzos en su plan técnico, lo que se ha acelerado desde, aproximadamente, el año 2005, como relataré en una próxima entrada.
     He tenido la suerte de poder ser testigo de primera mano de esa evolución de las poblaciones de corzo en Ávila y al final me ha llegado el turno. Así debía de ser y así fue, finalmente, esta mañana.
    A las cinco de la mañana salía hoy de casa con destino a la Sierra de Ávila, buscando una nueva zona de caza, por donde ya había pasado sin parar, ni ir expresamente a ella, varias veces en estos días, en donde tenía la completa seguridad de la existencia de corzos. Otra cosa distinta es su avistamiento y su rececho, como ahora comentaré, extremadamente dificultoso por la fragosidad del monte. Me refiero al cuartel denominado "Las Meneas".
     Dentro de Las Meneas hay una extensa zona de repoblación de pinos de diferentes edades, aunque los mayores no creo que tengan más allá de veinte años, a ambas márgenes del Arroyo de Cepalpino, que discurre de Este a Oeste. La zona está cerrada con alambre de espino, acotada al ganado y tendrá unas trescientas hectáreas de extensión. En la margen izquierda del arroyo se han ido haciendo tratamientos con la vegetación, por lo que presenta algunas claros, mientras que en la margen izquierda, al no haberse realizado esos trabajos, la abundancia de matorral entre los pinos hace tan difícil la progresión por la zona que es imposible el rececho, o al menos, el rececho silencioso. 
     He llegado antes de ser de día y ya se veía, pues sólo hace cuatro días que ha sido luna llena, por lo que ésta estaba muy alta. Tras cruzar la barrera he dejado el coche, intentando seguir el plan que ya tenía predeterminado, que pasaba por bajar hasta el cruce del arroyo con el camino y subir recechando todo el barranco, por la margen derecha, para ver los claros de la solana de mañana de la margen izquierda, hasta el cierre de alambre, unos dos kilómetros y medio más arriba. 
     Pero que he tenido que cambiar los planes nada más pisar el monte, pues es prácticamente imposible recechar por ese lado. Subiendo por la margen izquierda se rececha más o menos bien, pero la umbría, de mañana, que se va divisando está tan cerrada que no se ven sino un par de pequeñas praderas que rompen la continuidad de pinos y matorral. 
Al fondo la mata de pinos en la que se metió el corzo, desde el lugar del disparo
     Por lo tanto, me he ido asomando por donde podía, desde el tramo camino que discurre paralelo al arroyo, unos doscientos o trescientos metros, con la inmensa suerte de ver, a los pocos minutos, un corzo en la solana, en medio de un regajo. Como aún no se veía muy bien he tenido que esperar un poco hasta comprobar su trofeo, pues macho si que se veía que era.
     Estaba marcando en un espino cuando ha decidido meterse en la mata de pinos que tenía al lado. Eran las siete menos cuarto. Esperando a que volviese a salir al claro he estado más de una hora, pues presentía que, puesto que no me había ni barruntado, por estar a más de doscientos metros y cada uno a un lado del arroyo, que además, por llevar bastante agua, producía mucho ruido. Me he bajado lo que he podido por la ladera, pero no creo haberme distanciado más de cincuenta metros, pues iba haciendo demasiado ruido y he decidido colocarme en una terraza desde la que se veía la zona
     He esperado hasta que el sol ha dado al espino y a la pradera y en vista de que no había vuelto a salir me he ido subiendo hacia el camino para buscar el coche e irme a otro sitio, pues la mañana avanzaba rápidamente. Ya cerca del coche un último vistazo me descubre al animal cruzando la pradera en la que le descubrí, pero iba tranquilo, comisqueando aquí y allá.
     Vuelta a bajar al sitio de antes y rápidamente le enfilo y "clik", el rifle pica la bala, pero no sale. Cambio de bala, apunto de nuevo y el seguro puesto. A todo esto, el corzo había cruzado el regajo y se había vuelto a meter en otra pequeña mata de pinos. Le apunto, pero está de culo. Espero para ver si se cruza y al rato termina por cruzarse, al lado de un pino. 
    Ya sin pensarlo le disparo. Al tiro le veo como se vuelve saltando y le pierdo de vista. Cominezan los consabidos reproches que nos hacemos todos cuandpo fallamos. Pero mira por donde, esta vez los reproches han sido en vano. Distingo al corzo unos metros más abajo de donde le he disparado, sentado pero con la cabeza alta. Está claro que le he enganchado, posiblemente, pienso, en la panza.
    Como la experiencia te ayuda mucho en estos casos, recuerdo alguno que no he cobrado por meterme antes de tiempo a por él , o porque, malherido ha desaparecido y no lo hemos cobrado. Así que, decido volver a tirarle, con el riesgo de levantarle si no le doy, pero en donde está no me fio de poder llegar a él a tiempo, para que no se me levante. Arriesgo el tiro y oigo perfectamente el "zap", de la bala al tocar carne. 
     Efectivamente, el corzo salta y se  cae, cabecea un par de veces y le pierdo, porque la hierba está muy alta y no me permite verle ya muerto, supongo. Aún así, aguanto ahí otros veinte minutos, por si acaso. Son las ocho y cuarto, han transcurrido casi dos horas desde que le vi. 
     Vuelta al coche, colocación de las cosas y a cobrale. 
     Me bajo con el coche hasta el sitio en el que había pensado comenzar el rececho y desde allí, arroyo arriba, por la margen izquierda, subo hasta alcanzar el punto en el que sle disparé la primera vez y un poco más allá, encuentro al animalillo. 
     Le avío, etiqueto y a casa. 
     Me vuelvo por Menga, para ver a Pedro Menga y enseñarle el corzo. No necesito llegar. me lo encuentro por el camino y volvemos juntos.
     Tomamos un café, me entretengo y aún así, a las doce estoy ya en casa. En este apartado de la comodidad si que he ganado, no tengo que irme lejos de casa, disfruto más la caza, pues voy más veces y me busco yo la caza, lo que aún te llena más.
     ¿Ah, el trofeo!. No se me había olvidado, no. Bonito, seis puntas, completo, simétrico, muy perlado, pero corto, con sólo veintiún centímetros de longitud. Tengo algunos mejores, pero muchos más peores que éste. El corzo no es joven, se puede ver en las fotos y no creo que llegara a mucho más.
     En cualquier caso, para mí representa mucho más que un simple trofeo más del montón. Es mi primer corzo en Ávilña, tras tantos años y habiendo formado parte de la aventura que ha supuesto la expansión corcera en esta provincia.
     Seguro que la experiencia se repetirá, no lo dudo.
     Otras fotos las incluyo ahora.