EL CORZO Y SU SANTA MADRE

Página dedicada al corzo, su vida y avatares. También a narrar las satisfacciones que nos reporta a los que disfrutamos con la gestión de sus poblaciones, contemplando sus espantadas por el monte, o intentando darle caza de vez en cuando.

19 de febrero de 2011

BUSCANDO AL CORZO EN OTRAS TIERRAS

En el año 1991 los cuatro amigos decidimos que había llegado el momento de ir a buscar corzos por ahí. Así, Juan Carlos, Jose, Pachi y yo comenzamos a ver alternativas, buscando información e intentando encontrar el mirlo blanco, algo realmente raro en este mundo de la caza.
Finalmente nos inclinamos por ir al sur de Inglaterra a través del amigo de un amigo, de un amigo..., en fin. Pensábamos que así, al menos, iríamos con más seguridad y evitaríamos los clásicos piratas que abundan por ahí.
No puedo decir que nos equivocáramos, pues fuimos a una zona con abundancia de corzos, con posibilidad de encontrar buenos y a precio cerrado, independientemente del tamaño del trofeo. Tampoco teníamos cupo, sino que se pagaba a corzo muerto. Además, no teníamos que llevar armas. Los guías con los que cazamos portaban sus armas y nos las pasaban en el momento del disparo. Para nosostros eso era muy importante, pues nos evitaba trámites engorrosos, que no deseábamos. 
En principio, considerando todo lo reseñado, si además había corzos, habíamos encontrado al mirlo blanco. Sin embargo, aunque nos informamos de la zona, no pensábamos que ibamos a ir a una zona tan humanizada. Era como vivir en Madrid e ir a cazar a la Casa de Campo; carreteras por doquier, atestadas de coches cuando salíamos a cazar por las mañanas, casas, con sus jardines tan ingleses, por todos los lados, gente aquí y allá y corzos, eso sí, entre medias de todo. 
Una vez en Inglaterra nos enteramos que, debido a esa humanización, no se podía cazar en fin de semana, pues todo el mundo paseaba por el campo, así que perdimos un día de los tres que pensábamos cazar. Juan Carlos fue la excepción, pues cazó su corzo, el mejor de todos, el sábado a primerísima hora, en una plantación de manzanos al lado del aparcamiento de un gran almacén de bricolaje, que a esas horas aún no había abierto sus puertas. Hicieron la excepción con él pues no había tirado en los días anteriores y fuimos, pues yo fui con él, sólo a por ese corzo a ese sitio y desde allí al hotel.
Llegamos a Chichester, en West Sussex, desde el Aeropuerto de Gatwick, un miércoles a primera hora de la por la tarde y tras dejar las cosas, fuimos aprobar nuestra puntería. Hicimos una primera salida esa tarde y nos apostamos cerca de unos prados, a la salida de un pequeño bosque. Vimos unas gamas y un tejón. ¡Tuve que ir a Inglaterra para ver uno vivo de día!. La zona que cazamos durante esos días era siempre similar: pequeños bosque mixtos o repòblaciones de pinos, rodeados de terrenos de cultivo, entre los que destacaban los amarillos campos de colza, también prados, además de casas y carreteras.
A la mañana siguiente salimos cada uno con su guía y yo no vi nada. Por la tarde fallé un buen corzo que staba al borde de otro bosquete y que sólo me dio opción a un disparo.
De derecha a izquierda, Pachi, Juan Carlos, Jose y el autor
Al día siguiente, 9 de mayo, cacé mis dos corcitos, uno por la mañana y otro por la tarde. Pequeños ambos, pero no vi nada mayor y quería quitarme el fallo anterior. El primero lo cacé en una zona de bosques muy bonitos, de hayas y robles, entremezclados con pinos repoblados. El segundo, ya por la tarde, lo esperé aguardando en unos prados a la salida de unos bosques. Ya puestos, aparecieron a no más de un kilómetro unos chavales con un coche y supogo que cervezas y pusieron la radio a todo volumen. Yo, acostumbrado a lo nuestro le dije al guía que si nos íbamos y me dijo que no, que esperaríamos. Así que estábamos oyendo a los Sex Pistols, u otros parecidos, ya no recuerdo, cuando aparecieron dos hembras en los prados y después un corzo, al que decidí tirar pues tenía sus seis puntas y estábamos ya entre dos luces. Yo le llamo siempre mi corzo musical. Era claro que los animales estaban acostumbrados a los ruidos y al jaleo, pues además de los corzos vimos innumerables conejos, liebres, perdices y faisanes salir a comer a los prados. la abundancia d ecaza menor en toda la zona que cazamos era impresionante. También vimos algunas ciervas y gamos, incluso una partida de gamos blancos.
Al día siguiente, no vi nada tirable. Sospecho que los guías pensaron que era poco exigente y me pasearon por zonas con muchos corzos, todos pequeños, pero ya no tiré más.
El sábado por la mañana acompañé a Juan Carlos por no quedarme en el hotel y a la vuelta recogimos, liquidamos, nos despedimos de nuestros guías y nos fuimos a Londres, en donde pasamos esa noche, volviendo el domingo por la tarde a Madrid.
Los ocho corzos que cazamos. Los dos primeros los míos.
Los trofeos nos los congelaron y bien embalados en una caja isoterma los facturamos para la vuelta. Lo malo es que no llegaron con nosotros, sino un día después y tras muchas reclamaciones y peripecias. Pachi los bajó hasta Andujar, al taxidermista y ya olían bastante.
Primera salida mía fuera, que no se ha vuelto a repetir, pero que como experiencia fue fenomenal, con buenos amigos y a una zona con abundante caza, Muy humanizada, eso sí, pero en fin, no se puede tener todo.

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