EL CORZO Y SU SANTA MADRE

Página dedicada al corzo, su vida y avatares. También a narrar las satisfacciones que nos reporta a los que disfrutamos con la gestión de sus poblaciones, contemplando sus espantadas por el monte, o intentando darle caza de vez en cuando.

6 de febrero de 2011

SIEMPRE LLEGA EL DÍA

Y por fin llegó. Parece que fue ayer, pero es que lo recuerdo como si así fuese.
Cirilo me dijo, "¿pero le has dado?". Yo le contesté que así lo creía.
Después de muchos días de espera, pude acceder a  cazar mi primer corzo. Tras varios sorteos infructuosos, el año 1984 la suerte me dio cara y me tocó uno de los permisos de rececho en el Coto Social de Sevilleja de la Jara.  En Sevilleja me presenté, bien temprano el día 8 de julio de ese año.
Allí me esperaba Cirilo, el Celador de la Junta y tras un pequeño diálogo, nos dirigimos al monte, una finca de nombre sugerente, "El Burdel", muy bueno para los corzos entonces.
Comenzamos a cazar por un terreno quebrado, surcado por terrazas sobre las que se habían plantado pinos no hacía muchos años, haciendo asomadas a los pequeños vallejos, cubiertos de pastos y con algunos chopos dispersos.
Fuimos viendo rastros y Cirilo me iba contando lances acaecidos aquí y allá, pero el mío no se producía. Vimos algunas corzas, aún solas, pues a pesar de la fecha, aún no había celo. en uno de aquellos vallejos una nos estuvo ladrando un rato y tuvimos que salir de allí.
Yo iba meditando sobre si iba a ser capaz de cazar el corzo, con un rifle que casi estrenaba, pues lo había comprado mi padre hacía poco, al ver que me había entrado el gusanillo de la caza. No las tenía todas conmigo y lo único que deseaba era no tener que disparar demasiado lejos.
Ya estaba pasada la mañana cuando, regresando al coche camino adelante, al cruzar un barranquillo, como otros muchos que habíamos pasado esa mañana, saltaron dos corzos, que ya estaban echados para pasar las horas más calurosas del día.
La hembra se metió entre los pinos, pero el corzo se paró antes de entrar y se nos quedó mirando, a no más de veinte metros. Cirilo me dijo "¡tírale!" y en cuanto se paró le disparé a la parte del cuerpo que le veía, el cuello, con la suerte de alcanzarle, cayendo instantáneamente, por lo que quedó tapado por el pasto y las junqueras que allí había.
Como el lance a Cirilo se le taparon unos chopos me preguntaba que había hecho, Fuimos al sitio y allí estaba. Seis puntas, nada especial respecto al trofeo, pero  para mí era algo inenarrable. Había conseguido algo que se me antojaba inalcanzable entonces y que había perseguido en sueños, ocho años después de haber visto mis primeros corzos en el monte. 
El regreso hasta casa si que fue un sueño.
                                            El corzo y el cazador. Al fondo la Sierra de Sevilleja      
                                                               Un primer plano del corzo



 

  

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